Las casas de empeño ganan terreno en la última década en México
Una reducida bancarización y una población hambrienta de crédito han permitido el avance de estos negocios
Las casas de empeño están haciendo su agosto en México. Una reducida bancarización y una población hambrienta de crédito han permitido su avance. En la última década han crecido más de un 300%, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (Inegi). Ahora son más de 7.000 negocios en todo el país. Madi Nájera, de 67 años, es clienta habitual de uno de ellos. “A las joyas, si no se usan, es mejor sacarles provecho”, dice esta señora, jubilada desde hace un par de años. Cuando se acerca a la ventanilla saca de su bolsillo una pulsera de oro. “Esta —dice Madi mientras se la muestra al valuador— la he empeñado tres veces este año”. En esta ocasión le han dado 5.000 pesos (370 dólares) y los utilizará para sobrevivir la última quincena del mes.
Las casas de empeño se han convertido en el mejor instrumento de financiamiento para la población de escasos recursos, pues es rápido y sencillo de obtener, dice Alonso Alfaro, presidente de la Asociación Mexicana de Empresas de Servicios Prendarios (Amespre). La crítica, tanto de los reguladores como de los expertos, se ha centrado en el costo por solicitar un préstamo. De acuerdo con la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco), en algunos casos los intereses pueden superar el 20% mensual. El indicador más relevante, sin embargo, es el Costo Anual Total (CAT), que incluye las comisiones de préstamo, los intereses y los costos adicionales. Según la Profeco, en algunos negocios esta cifra supera el 200%.
“¿Usura? No lo creo”, dice Alfaro. Un representante de Pignus —una asociación que integra a una treintena de firma de crédito prendario con carácter social— ha puesto el dedo sobre la llaga: “En México, al igual que toda América Latina, el crecimiento de esta actividad se ha convertido en un gran negocio, por los intereses que se cobran”.
El éxito del Monte de Piedad es tal que se ha transformado en la segunda empresa prendaria más grande del mundo, tan solo detrás de una compañía de Indonesia, y la primera en América Latina. El Monte de Piedad se ha consolidado en el mercado con nueve millones de préstamos al año y con ganancias aproximadas en 50 millones de dólares.
“Las casas de empeño somos el único recurso que tiene la gente para acercarse dinero”, dice Alfaro. La oportunidad de crecimiento aún es alta. Según el representante del gremio, de los 50 millones de mexicanos activos, solo el 31% tiene acceso a una tarjeta de crédito, el instrumento de financiamiento bancario más usado en el país, pero el resto aún no está atendido. “El crédito prendario se ha convertido en un servicio indispensable para la vida de muchísimas personas”, arguye Alfaro.
Las reclamaciones y los abusos al consumidor no se han hecho esperar. En los primeros ocho meses de este 2014, la Profeco ha suspendido a casi 800 casas de empeño en todo el país. “El crecimiento ha limitado la vigilancia de estos negocios”, argumenta Abraham Vergara, experto de la Universidad Iberoamericana. “La autoridad está a punto de ser rebasada”, destaca.
Alfaro comenta que las tasas por prestar dinero están justificadas. “Se tienen que pagar los costos de la operación, prestar a este sector no es cosa fácil”, dice. Además, critica a las firma como el Monte de Piedad, pues no pagan impuestos al ser una empresa de beneficencia pública. “La competencia no es justa”, apostilla. Pero Madi, no conoce de empresas ni de tasas de interés. Solo sabe que en la casa de empeño de su barrio — en el centro del Distrito Federal— es donde más le prestan. "Vengo aquí porque es donde más valor tienen mis joyas".
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