Confianza, pero con reparos
Con los matices lógicos en una situación delicada, la percepción de los empresarios, tal como se manifiesta en el Barómetro de Empresas de Negocios, coincide con un diagnóstico prudente sobre la mejora de la situación de la economía española. Los términos de ese diagnóstico, cuando se interpretan las estadísticas, indican que la recesión ha terminado, que el crecimiento de la economía se encuentra hoy en una fase de alza moderada y que la recuperación de la economía, entendida como una fase de creación de empleo y crecimiento interanual sostenido, llegará probablemente en 2015. El pronóstico se puede afinar y fecharlo en el segundo semestre o darlo por seguro ya en el último trimestre de 2014; pero la sensación de mejora, es decir, la confianza empresarial en el crecimiento de la demanda, ya es un hecho. No tiene vuelta atrás, salvo que una convulsión financiera exterior, similar a la que detonó la crisis en 2007 o causó los crash bursátiles de finales de siglo XX, provocase una regresión imparable.
La percepción de los empresarios, optimista, no es eufórica ni asegura una recuperación acelerada. Así debe ser. El crecimiento económico va más rápido de lo previsto (hasta el punto de que ya es probable que alcance una tasa del 1,3% este año) y la EPA del segundo trimestre de 2014 sugiere que con tasas de crecimiento en torno al 1% se puede crear empleo neto. La causa es la reforma laboral, criticable por tantos aspectos, que ha operado como un intercambiador: más empleo y más precario a cambio de una caída general de salarios. La cuantía y efectos de este desplome salarial están por analizar, pero probablemente implicarán una recuperación económica más incierta.
Hay razones para el optimismo, pero no es prudente dar por resuelta la crisis y por cierta una recuperación intensa. Quedan incertidumbres por aclarar, como la evolución del crédito, que sigue siendo insatisfactoria, en tanto que muestra las reticencias de los bancos (no desaparecerán hasta que hayan concluido las pruebas de esfuerzo) por una parte y la debilidad de los proyectos empresariales necesitados de financiación por otra. En cierto sentido puede decirse que la banca se constituye en el juez de la recuperación; cuando el crédito vuelva a crecer al menos en la misma cuantía que el PIB nominal, será señal cierta de que la banca española cree en la recuperación. Tampoco está resuelta la consolidación de las finanzas públicas. El déficit, hasta donde se sabe, crece por encima de los objetivos y la deuda pública no cesa de aumentar. La debilidad financiera española en caso de una nueva tormenta de deuda es más que evidente.
La confianza de las empresas es un factor decisivo para afianzar una recuperación. El Barómetro indica que esa confianza está aumentando (dos de cada tres compañías consideran que la situación ha mejorado) y crece el número de ellas que esperan aumentar los beneficios este año y en 2015. Las expectativas son buenas no sólo en beneficios, sino también en empleo y en inversión. Este es uno de los argumentos para entender que la recesión ha quedado atrás y que lo que ahora está por ver es la intensidad de la recuperación económica. No todo está hecho, ni todas las dudas se han despejado, pero las perspectivas están mejorando.
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