Transferencias más caras para los inmigrantes
La salida de los grandes bancos de EE UU del negocio de las remesas reducirá la competencia y elevará los costes
Mover dinero a escala global sigue siendo caro y lento. Es un problema al que cada dos semanas se enfrenta Silvia Tapia. Ni la integración de los mercados ni la tecnología ayudaron a facilitarle una transacción esencial para la familia que dejó en México. La opción es pagar más comisiones en la ventanilla de los bancos para agilizar su remesa. Pero prefiere acudir a una agencia especializada porque, dice, le ofrece un servicio más eficiente.
Esta joven empleada, madre de dos niños casi adolescentes, cuenta que durante los últimos años se benefició de la caída en las comisiones. Sin embargo, en las últimas semanas vio cómo subieron de golpe. No es por casualidad. La competencia en el negocio de los envíos baratos de divisas se reduce porque los grandes bancos ya no lo ven como un negocio rentable a la vista de las exigencias que le imponen los reguladores para evitar el fraude.
Las remesas son un colchón financiero esencial para los países menos avanzados. Los datos del Fondo Multilateral de Inversiones muestran que tres cuartas partes del ingreso que reciben los países de América Latina por este canal se generan en EE UU. México es el principal receptor de la región, con 21.600 millones de dólares. En países como Nicaragua, Honduras, Guatemala o El Salvador representan más del 10% de su producto interior bruto.
México es el principal receptor de la región, con 21.600 millones de dólares
Tapia trata de hacer como mínimo dos envíos al mes. Pero si las condiciones cambian, como ella muchos inmigrantes podrían verse forzados a mandar menos a los suyos. La condición económica de los migrantes, como apuntan desde el organismo dependiente del Banco Interamericano de Desarrollo, explican como fluye el movimiento de dinero por estos corredores de divisas.
Se vio durante la crisis financiera en el dinero que llegó a América Latina. Cayeron a 56.500 millones en 2009. Lograron recuperarse levemente en 2010 y 2011. Ahora están estancadas en los 61.250 millones, por debajo de los 64.900 millones de 2008. No solo no se ha vuelto al nivel previo, sino que contrasta con el crecimiento del 17% que se vio antes de la recesión.
La regulación de la inmigración es otro factor relevante, porque el temor a las deportaciones obliga a las personas que entraron ilegalmente en el país a depender más del efectivo y no suelen tener cuentas bancarias. Además, la mejor situación económica en los países de origen también provoca que el migrante quiera volver o que no se vea en la necesidad de enviar dinero a su familia.
Este estancamiento en el negocio de las remesas podría ser uno de los motivos por los que algunos grupos bancarios en EE UU están examinando si les interesa seguir en este negocio. Además, las transferencias están bajo una estrecha supervisión de los reguladores por el riesgo de que estos canales se utilicen para blanquear dinero o financiar actividades terroristas, señalan desde Barclay's.
La estructura legal es cada vez más estricta y si las entidades no cumplen, se enfrenta a multas multimillonarias. Ante esta situación, JPMorgan Chase, el mayor banco del país, ya se está desprendiendo de algunos servicios que permiten a inmigrantes mandar dinero a bajo coste, como el programa Rapid Cash. Bank of America tenía uno similar, conocido como SafeSend.
Banamex USA, filial de Banco Nacional de México que opera Citigroup, está cerrando sucursales en los Estados fronterizos. El problema, coinciden los expertos, es que este giro de tuerca puede acabar afectando a empleados de renta baja. El diario The New York Times exponía recientemente este problema justo cuando los costes se estaban abaratando para los inmigrantes.
Actualmente, mandar 200 dólares de EE UU a Centroamérica cuesta unos 10,15 dólares de media, mientras que 500 dólares unos 14,5 dólares. En las transferencias grandes, el coste se redujo un 18% durante el último año. Pero si los grandes bancos abandonan el negocio, se reduce la competencia. La opción de Western Union, por la experiencia de Tapia, es muy cara.
Mandar 200 dólares de EE UU a Centroamérica cuesta unos 10,15 dólares de media
Western Union ya admite que se está haciendo con parte de los clientes que sueltan los grandes bancos, que siguen ofreciendo transferencias aunque a costes prohibitivos. Hay aplicaciones como WorldRemit que pretenden implantarse como una alternativa al sistema tradicional. Al no tener sucursales físicas, no depende de la infraestructura sigue los protocolos de hace cuatro décadas.
Hay otras vías. Bancomer Transfer Services, filial de pagos de BBVA en EE UU, acaba de firmar un acuerdo con la cadena comercial Walmart para que sus clientes en México puedan recoger las remesas que le envían sus familiares desde EE UU directamente en sus locales. Pero está por ver si el grupo español mantiene el negocio ante las nuevas exigencias antifraude.
La Reserva Federal ya está dando pasos para modernizar el sistema de pagos mientras que los reguladores financieros de varios Estados examinan la manera de reducir los costes y elevar la velocidad en las transacciones. Pero hasta que se ponga orden, los inmigrantes en EE UU tendrán que armarse de paciencia porque sus transferencias sufrirán retrasos si hay sospecha de fraude.
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