Las incógnitas de Lozoya
El director general de Pemex no aclara por qué el grupo vendió las acciones de Repsol unos días antes de la visita del presidente Peña Nieto a España
Emilio Lozoya, primer ejecutivo de Pemex, madrugó para explicar las razones de su marcha de Repsol. Eran los ocho de la mañana en México (tres de la tarde en España) y Lozoya se limitó a leer el comunicado que la empresa difundiría después. Quedó meridiano: la decisión obedece principalmente a la baja rentabilidad “obtenida por la actual administración frente a otras petroleras”, a las diferencias con el equipo directivo y a que Pemex esperaba más del acuerdo alcanzado en 2012.
Lozoya disparaba directamente al corazón del equipo directivo de Repsol y a su presidente, Antonio Brufau, también a la cabeza. Las diferencias de Lozoya y Brufau han ido in crescendo, pese a que Lozoya no estaba al frente de Pemex cuando el grupo alcanzó el acuerdo con Sacyr para desbancar al ejecutivo de Mollerussa en agosto de 2011, tras cuyo fracaso firmaron el acuerdo de no agresión que cita en el comunicado. Luego, en el conflicto con Argentina por la expropiación de YPF, adoptó una postura contraria a los intereses de Repsol al intermediar para crear una empresa con activos de Vaca Muerta sobrevalorados en la que Pemex tomaba una participación. Pero Lozoya se encontró con la oposición del consejo en pleno. Meses después se cerró un acuerdo que garantizó la recuperación de 3.700 millones y que Pemex apoyó.
Las justificaciones de Lozoya son prácticamente las mismas que hizo ante el Congreso mexicano el año pasado. Sin embargo, llama la atención que esas quejas no se hicieran nunca de forma rotunda en el consejo de administración ni en las juntas de accionistas de Repsol, donde los representantes de Pemex votaron a favor de la gestión de Brufau. También destaca que el grupo mexicano votase en contra del acuerdo que él mismo había presentado con YPF y del nombramiento de Josu Jon Imaz como consejero delegado, figura que habían propuesto para quitar poder al presidente.
Pemex, por otra parte, apela a que Repsol ha dejado de resultar rentable. Durante su larga permanencia en Repsol (es el socio más veterano) ha sacado suculentos dividendos. En los últimos tres años, sin ir más lejos, se llevó en torno a los 320 millones. Y si es así, ¿por qué no ha esperado a que se pague el dividendo prometido tras el acuerdo con Argentina que le reportaría en torno otros 120 millones más?
Y eso lleva a la pregunta del millón, que Lozoya no ha contestado. ¿Por qué Pemex decidió vender solo unos días antes de la visita del presidente de la República mexicana, Enrique Peña Nieto, a España y no esperó a que esta se produjera? En el comunicado, Lozoya “enfatiza categóricamente” que la decisión no forma parte de la agenda bilateral México-España; pero cuesta mucho creer que, siendo una empresa estatal como es, una decisión como esta no pase por el filtro del Gobierno y que alguien no se plantee las derivaciones. Además, el ministro de Hacienda, Luis Videgaray, había manifestado que la venta “no sería una mala decisión”.
Es evidente que todo ha sido bien medido e indica que si se ha hecho en fechas anteriores a la visita probablemente sea porque habría sido un fracaso aterrizar en España con un contencioso de larga duración y no llevarse la cabeza de Brufau como botín. El propio Peña Nieto trató de arreglarlo con Mariano Rajoy sin éxito. Por eso, para evitarlo, se adelantó la operación. Está claro que Peña Nieto no va a volver con ninguna cabeza, pero tampoco con un fracaso.
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