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Europa proclama el fin del rescate español

España logra la salida “limpia” del programa financiero, que expira a principios de año El Eurogrupo acuerda que también Irlanda se marche sin necesidad de más ayudas

Claudi Pérez
El comisario de Asuntos Económicos, Olli Rehn, y el ministro de Economía, Luis de Guindos, este jueves.
El comisario de Asuntos Económicos, Olli Rehn, y el ministro de Economía, Luis de Guindos, este jueves. O. HOSLET (EFE)

La historia tarda en escribirse. Año y medio después, España empieza a pasar una de las páginas más desagradables de esta crisis desmesurada y proteica. Los socios del euro proclamaron este jueves el fin del rescate a España para principios de enero. Dieron luz verde a una salida “limpia” de aquel programa de asistencia financiera que el Gobierno se vio empujado a pedir allá por junio de 2012, cuando parecía que todo se iba a pique, por importe de hasta 100.000 millones de euros. España ha usado finalmente 41.300 millones, de los que acabará perdiendo tres de cada cuatro euros, según los cálculos de este periódico. La factura total no está cerrada, pero más allá del rescate el contribuyente español ha enterrado en la banca, de momento, casi 37.000 millones, a pesar de aquella promesa de Mariano Rajoy: “La crisis bancaria no costará ni un euro a los contribuyentes”.

El Eurogrupo, la Comisión Europea y el Gobierno español coincidieron este jueves en destacar que, tras la reestructuración y el enorme esfuerzo de saneamiento, el sector bancario español está que ni recién pintado. “El rescate ha disipado las dudas sobre la banca y ha provocado una mejora sustancial de los indicadores de tensión financiera de España”, resumió el ministro Luis de Guindos. Pero esto no ha terminado: el rescate expira en enero, y ni siquiera hoy Bruselas descuidó el habitual tirón de orejas: “Europa ha ayudado a España y a otros países rescatados a salir de una profunda crisis generada por comportamientos irresponsables”, dijo el vicepresidente Olli Rehn.

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Por el camino han desaparecido decenas de cajas de ahorro, han perdido parte de su dinero decenas de miles de preferentistas y la economía española se ha visto sometida a una estricta tutela por parte de los socios del euro, que han obligado a acometer duros ajustes. Y por delante, a pesar de los signos de mejoría, se vislumbra una recuperación anémica —que flirtea con una deflación a la japonesa— y mucho tiempo con tasas de paro en niveles de gran depresión.

Con el rescate, que es en realidad un crédito por un plazo medio de 12,5 años al 0,5% de interés, el Gobierno perdió el control de la política económica, que pasó a estar bajo estricto control de los socios del euro y los famosos hombres de negro. Cuando expire el programa, en enero, el Ejecutivo recuperará parte del volante: aun así, el Eurogrupo se reserva labores de supervisión, con dos revisiones anuales, explicó su presidente, Jeoren Dijsselbloem. Otras fuentes apuntaban que podría haber hasta cuatro exámenes al año. “Pero si no hay ninguna sorpresa, si el Gobierno no hace ninguna extravagancia, España no tiene de qué preocuparse porque eso son meros formalismos”, indicaron fuentes europeas. Aun así, queda una última revisión antes de cerrar el programa: Rehn subrayó que España aun debe aprobar “la reforma de las cajas”, y hacer frente a los retos que plantea “un endeudamiento excesivo”. Los deberes del Gobierno, por tanto, no acaban aquí. Ni mucho menos. “España es la prueba de que un rescate funciona si hay compromiso de los Gobiernos, y por ello el país debería seguir comprometido con la agenda reformista”, dijo Rehn.

España evitó con el rescate la implosión del sistema financiero, pero eso no significa que el crédito, y por lo tanto la recuperación económica, vayan a llegar por arte de magia, admitió Guindos. Y lo más importante: pese a la fanfarria de las declaraciones propias de las grandes ocasiones en Bruselas, la banca se enfrenta aún a fenomenales desafíos. La morosidad roza el 13% y seguirá subiendo mientras no haya crecimiento y prosiga el ajuste. El crédito no fluye. A pesar del saneamiento, aún hay dudas sobre lo que puede esconder la banca bajo la alfombra, a la espera de los próximos exámenes del BCE. Y está por ver cómo puede afectar a las entidades el empacho de deuda pública que acumulan en sus balances, que se acerca a pasos agigantados al 10% de sus activos, unos 300.000 millones de euros.

Pero este jueves no era el día apropiado para hablar de eso: Guindos presentó la salida del rescate como una victoria política, “una satisfacción, una buena noticia”. Reiteró asimismo el compromiso español con las reformas y subrayó que la situación actual “es completamente distinta de la de hace año y medio”. Para el ministro, “el rescate financiero, la agenda de reformas y los pasos adelante de la eurozona y el BCE permitieron que España evitara el rescate total”, al que se vieron abocados Grecia, Irlanda, Portugal y Chipre.

Uno de esos países fue, junto a España, la gran atracción de la noche. El Eurogrupo anunció también que Irlanda saldrá sin ayudas del rescate, que a diferencia del español afectaba a toda la economía y ha tenido al Tesoro irlandés sin acceso a los mercados durante mucho tiempo. Las condiciones de los dos rescates eran distintas: los requisitos asociados al programa irlandés afectaban a toda la economía, mientras que en el caso español las exigencias estaban mucho más centradas en la banca, aunque a la postre obligaron también a aprobar la reforma laboral, la de las pensiones y a un férreo control del déficit. Irlanda y España sí coinciden en una cosa: pese a que fueron presentados como casos de un éxito que la UE necesita imperiosamente, tienen en el horizonte una salida de la crisis peliaguda.

Guindos echó mano del argumentario del Gobierno del PP en una breve comparecencia para justificar el largo invierno del descontento al que obligó la petición del rescate, relacionado con las diversas rondas de recortes, reformas y demás: “Los problemas eran anteriores”. El Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero reaccionó tarde y mal a los desafíos de la banca tras el estallido de la Gran Recesión, en parte porque las provisiones del Banco de España crearon una seguridad ilusoria en la salud del sector. Pero las sucesivas reformas financieras del Gobierno del PP aceleraron la desconfianza, pusieron en marcha una peligrosa fuga de capitales y acabaron llevando la prima de riesgo a máximos. “El Gobierno de Rajoy no tuvo más remedio que pedir el rescate; lo contrario hubiera sido un suicidio. Pero sobra la complacencia cuando el sector aún tiene por delante años muy difíciles”, explicó Joaquín Maudos, catedrático de la Universidad de Valencia.

El rescate, en fin, “consiguió frenar el deterioro del sistema financiero y de la economía española, y posibilita ahora el comienzo de un lento, muy lento proceso de recuperación”, explicaban fuentes diplomáticas. Algo ha cambiado en el ecosistema europeo, según las mismas fuentes: “Si hace año y medio España fue prácticamente asediada para solicitar la ayuda, tanto el Eurogrupo de hoy como las reuniones de preparación demuestran que el tono entre los socios ha cambiado para con España”. Al final, sin embargo, el rescate ha engordado un poco más la deuda pública española, que junto con la deuda exterior (mayoritariamente en manos del sector privado) presenta una aritmética horrible. En pocas palabras: la factura de intereses de la deuda, pese a la rebaja, sigue siendo mayor que el crecimiento que se entrevé en el horizonte. Aunque esa, tal vez, es otra historia.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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