La reforma se convierte en una realidad
Llegados a este punto, la crisis del sistema de Gobierno estadounidense ha cobrado viva propia. Algunos republicanos dicen ahora abiertamente que quieren concesiones a cambio de reabrir el Gobierno y evitar la suspensión de pagos, no porque tengan algún objetivo político en mente, sino simplemente porque no quieren tener la sensación de “que se les falta al respeto”. Y no se vislumbra el final de todo esto.
Pero este enfrentamiento empezó por un problema real: los intentos republicanos de impedir que Obamacare [la reforma sanitaria impulsada por Obama] entrase en vigor. Hace mucho tiempo que está claro que el gran temor del Partido Republicano no era que la reforma fracasase, sino que tuviese éxito. Y los acontecimientos que se han producido desde el martes, cuando se abrieron los mercados en los que la gente puede contratar un seguro sanitario, indican claramente que sus peores temores se van a confirmar sin lugar a dudas: esto va a funcionar.
Espere un momento, estarán diciendo algunos lectores. ¿Acaso las noticias que ha habido hasta ahora no han sido sobre los problemas técnicos con los ordenadores, sobre personas que se topan con una pantalla que les dice que los servidores están ocupados y que deben volver a intentarlo más tarde? En efecto, así ha sido. Pero todos los que están informados sobre el proceso esperaban algunos problemas iniciales y la naturaleza de los problemas de esta semana ha sido de hecho tremendamente alentadora para los defensores del programa.
En primer lugar, permítanme decir algo sobre la irrelevancia subyacente de los problemas que tienen al principio los nuevos programas gubernamentales.
El gran temor de los republicanos no era que la reforma fracasase, sino que tuviese éxito
En Estados Unidos, la información política, especialmente, pero no solo, en la televisión, tiende a centrarse en el comentario punto por punto. ¿Quién ha ganado el ciclo informativo de hoy? Y, para ser justos, este tipo de cosas pueden tener importancia durante los últimos días de unas elecciones.
Pero Obamacare no va a someterse a un referéndum popular, o a un refrendo de ningún tipo. Es la ley, y va a entrar en vigor. Su futuro dependerá de cómo funcione a lo largo de los próximos años, no en las próximas semanas.
Para ilustrar este argumento, piensen en Medicare Parte D, la subvención para medicamentos, que entró en vigor en 2006. Tuvo un comienzo que se consideró desastroso, con mayores que no tenían claro qué ayudas les correspondían, farmacias que a menudo se negaban a satisfacer demandas legítimas, problemas informáticos, y demás. Al final, sin embargo, el programa ha dado beneficios duraderos y quebraderos de cabeza a cualquier político que proponga que sea derogado.
De modo que los problemas técnicos de octubre no importarán a la larga. ¿Pero por qué son en realidad esperanzadores? Porque parece que, en la mayoría de los casos, son consecuencia del tremendo volumen del tráfico en Internet, que ha sido mucho mayor de lo esperado. Y esto significa que la gran preocupación de los defensores de Obamacare —que no hubiese suficiente gente que conociese el programa y, por tanto, muchos estadounidenses con derecho a acogerse a él no se inscribiesen— se está desvaneciendo rápidamente.
Por supuesto, es importante que la gente que quiera inscribirse pueda hacerlo realmente. Pero los problemas informáticos pueden solucionarse. Así que el 31 de marzo, cuando se cierre el plazo de inscripción de 2014, podremos estar razonablemente seguros de que millones de estadounidenses que antes no tenían seguro estarán cubiertos gracias a la Ley de Asistencia Sanitaria Asequible. Obamacare se habrá convertido en una realidad, en algo de lo que depende la gente, en vez de ser una idea difusa que los republicanos puedan demonizar. Y será muy difícil suprimir esa cobertura.
La clave del éxito es que haya un número suficiente de jóvenes sanos inscritos
Lo que todavía no sabemos, y es crucial para el éxito a largo plazo del programa, es quién se inscribirá. ¿Habrá un número suficiente de jóvenes sanos inscritos, que aporten un fondo común de riesgos favorable y mantengan las primas relativamente bajas? Tengan en cuanta que los colectivos conservadores se han gastado mucho dinero —y han hecho anuncios verdaderamente espeluznantes— en un intento de disuadir a la gente joven de que se inscriba para contratar un seguro. No obstante, las aseguradoras están apostando a que la gente joven sí se inscribirá, como demuestran las primas sorprendentemente bajas que están ofreciendo para el año que viene.
Y las aseguradoras probablemente estén en lo cierto. Para ver por qué los mensajes contra Obamacare probablemente estén condenados al fracaso, piensen en las personas de las que estamos hablando. Es decir, ¿quiénes son los individuos sanos sin seguro que es necesario que se acojan al plan? Pues bien, en su mayoría no son ricos, porque los jóvenes ricos suelen tener trabajos que incluyen la cobertura sanitaria. Y, en la inmensa mayoría de los casos, no son blancos.
En otras palabras, para obtener una descripción del tipo de persona que necesita el programa de Obamacare, tomen la descripción del típico miembro del Tea Party o telespectador de Fox News —mayor, rico, blanco— y pongan un “no” delante de cada característica. La maquinaria de los eslóganes de derechas no está configurada para dirigirse a estas personas, pero se puede llegar a ellas por muchos de los mismos canales, desde los anuncios en medios de comunicación de lengua española hasta los tuits de los famosos, que consiguieron votantes para Obama el año pasado. Tengo que admitir que la imagen de los conservadores radicales derrotados por un ejército de famosos tuiteros me resulta tremendamente atractiva; pero también es realista. El proceso de inscripción seguramente va a ir bien.
De modo que Obamacare ha empezado con buen pie, y hasta las malas noticias son noticias muy buenas para el futuro del programa. Todavía no hemos alcanzado la meta pero, cada vez más, parece que la reforma sanitaria ha llegado para quedarse.
Paul Krugman, premio Nobel de Economía 2008, es profesor en Princeton
© New York Times Service, 2013
Traducción de News Clips.
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