El banquero sombrío
Ackerman deja Zurich por presunta inducción a un suicidio. Antes liquidó al capitalismo renano
Hay banca en la sombra y banqueros sombríos: que también hacen banca clandestina, fuera del balance. Aunque sean tan juguetones como el expresidente del primer banco europeo, el Deutsche Bank (DB), Josef Ackerman, galardonado como “Banquero europeo del año” en 2010. Se recuerda a este suizo por sus juergas en la sede de la cancillería, prestada por su amiga, frau Merkel. Y por su trepidante feminismo, pues postulaba cooptar mujeres para el consejo, porque “lo harían más bonito y lleno de colorido”.
Este tipo, que llegó a presidir la patronal bancaria mundial, el Institute of International Finance (IIF), dimitió la semana pasada de su último cargo, la presidencia de la aseguradora Zurich. Lo hizo porque se dijo que indujo, al menos en parte, el suicidio de su director financiero, Pierre Wauthier, al aplicarle una “presión indebida”, lo que investiga la Justicia.
Pero la desastrosa carta de servicios de Ackerman viene de más lejos. Él es uno de los que rindió el capitalismo renano al capitalismo anglosajón, o sea, a la economía financiera de casino imperante en Wall Street y en la City. El modelo renano suponía el apoyo bancario a la industria; la financiación de esta más por la banca que por los mercados de capitales; la primacía de la actividad crediticia sobre la especulativa; la moderación de beneficios; la protección social y la concertación de rentas. Acabó con todo ello.
Ya en 1996, cuando procedente del Credit Suisse llegó al consejo del DB como responsable de la banca de inversión, se propuso imitar los peligrosos modos inventados por Goldman Sachs. Compró Bankers Trust en 1998 e introdujo así a su casa como jugador en Wall Street y en el tapete verde de las finanzas separadas de la economía real. Usó la más enloquecida ingeniería financiera (derivados, creación de beneficios fantasma, ocultación de deudas) para favorecer las trampas de clientes dolosos como Enron (energía) o World.Com (teleco), aquellas faraónicas quiebras de 2001 y 2002.
Ya como presidente (de 2006 a 2012) multiplicó la locura. Como uno de los grandes protagonistas de Wall Street —no todos eran norteamericanos— que provocaron la crisis, se dedicó a fabricar y vender hipotecas subprime, derivados insolventes y otros productos tóxicos.
Por ejemplo, “a los estúpidos inversores alemanes de Dusseldorf”, como documentó Michael Lewis (The big short, Penguin, Londres, 2010) ¿Quiénes eran esos estúpidos? Pues la banca pública IKB, que tuvo que ser nacionalizada en 2007 (coste al contribuyente: 10.000 millones), con lo que Ackerman se salvó de responder por la mercancía averiada que le colocó: un buen dineral. DB ni siquiera informó al organismo de supervisión bancaria de su tropelía... hasta que logró deshacerse de sus propios productos.
También ganó con el rescate del Hypo Real Estate, salvando los miles de millones que le había prestado, no en vano era muy escuchado por las alfombras rojas del poder. Y se le premió con la fusión del Postbank, millones de clientes.
Ackerman usó su presidencia del IIP y del directorio del Foro de Davos para empujar a Europa a “privatizar sus cajas de ahorros y bancos públicos siguiendo el modelo anglosajón”, narra Andy Robinson en su estupendo “Un reportero en la montaña mágica” (Ariel, 2013).
Fiel al paradigma anglosajón, llevó al paroxismo la política de bonus y paracaídas de oro a los directivos. Él mismo predicó con el ejemplo y se embolsó 43 millones de euros. Contribuyó a que el sueldo de un consejero-delegado alemán multiplicase por 147 veces el de un trabajador. Y logró que a Mannesman, de la que era consejero, la procesaran por dar bonus excesivos no previstos en los contratos.
Dejó al DB con múltiples condenas y procesos abiertos en EE UU, Alemania, Italia... Por estafa, lavado de dinero, manipulación del líbor, evasión fiscal, falsificación de balances y similares lindezas. Respondía que era por envidia cochina.
¿Benefició al Deutsche Bank? Lo hizo grande. A costa de romper su solidez: es el penúltimo en reservas (en relación a activos) de los 18 grandes bancos del mundo, pero la elefantiasis le protege. Sus sucesores andan inyectándole liquidez. Él se negaba. En el casino se juega con fichas.
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