Los nuevos objetivos de desarrollo global
La ONU debería asumir el desafío de terminar con la pobreza extrema para siempre
El 25 de septiembre, los Gobiernos del mundo se reunirán en una sesión especial de la Asamblea General de Naciones Unidas para discutir cómo acelerar el avance hacia el logro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), y también para acordar un calendario para un nuevo conjunto de Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Los ODM fueron adoptados en 2000 y concluyen en 2015; a partir de allí, seguirán los ODS, que muy probablemente estarán vigentes entre 2015 y 2030.
Los ODM hacen hincapié en terminar con la pobreza extrema, el hambre y las enfermedades evitables, y han sido las metas globales de desarrollo más importantes en la historia de la ONU. Los ODS continuarán la lucha contra la pobreza extrema, pero también agregarán el desafío de lograr un crecimiento económico más equitativo y ambientalmente sostenible, con especial énfasis en limitar los peligros del cambio climático inducido por el hombre.
Fijar objetivos de desarrollo internacionales generó enormes cambios en las vidas de mucha gente, especialmente en los lugares más pobres del planeta. Un lugar que resultó enormemente beneficiado fue el África subsahariana, cuyo éxito puede servir de ejemplo para el diseño de los ODS.
Para ver la importancia que han tenido los ODM para el África subsahariana, basta comparar la década antes de su adopción con la década después. En los 10 años que precedieron a los ODM, la región tuvo un crecimiento económico lento y alta tasa de pobreza (en aumento); al mismo tiempo, tuvo que soportar una incidencia creciente de diversas enfermedades (entre ellas el VIH / sida y la malaria).
La adopción de los ODM contribuyó a concentrar la atención de los Gobiernos africanos y de organizaciones no gubernamentales, organismos de la ONU, donantes internacionales, fundaciones y activistas sobre la necesidad urgente de combatir la pobreza, el hambre y las enfermedades. Los ODM también pusieron a la vista de todo el mundo el problema del endeudamiento paralizante que aquejaba a muchos de los países más pobres de África; esto llevó a un proceso de cancelación de deudas dirigido por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
Entre 2000 y 2010, la tasa de pobreza en el África subsahariana (medida como la proporción de la población que vive con menos de 1,25 dólares por día) se redujo al 48,5%, después de haber subido del 56,5% al 58% en el periodo 1990-1999, mientras que la tasa anual de crecimiento económico general, que promedió un 2,3% entre 1990 y 2000, aumentó a más del doble, llegando al 5,7% durante el periodo 2000-2010.
También hubo importantes mejoras en el control de enfermedades. Desde 1990 al año de mayor incidencia (alrededor de 2004), la cantidad anual de muertes por malaria aumentó de aproximadamente 800.000 a 1,6 millones. A partir de allí, tras la distribución a gran escala de mosquiteras, inspirada por los ODM, las muertes por malaria comenzaron a disminuir hasta llegar a alrededor de 1,1 millones por año en 2010, cifra que quizá sea incluso más baja en la actualidad.
Asimismo, en 2000 no había todavía programas oficiales de donaciones para la entrega de tratamiento antirretroviral para el sida a africanos pobres. El poder de fijar la agenda de los ODM fue uno de los factores que contribuyó a que se comenzaran a implementar programas de donaciones para combatir el sida, gracias a los cuales, hoy más de seis millones de africanos reciben esta clase de tratamiento.
En mi carácter de asesor especial del secretario general de Naciones Unidas en temas relacionados con los ODM, función que cumplo desde 2001 (con Kofi Annan hasta 2006 y con Ban Ki-moon desde 2007), he visto la seriedad con que muchos Gobiernos africanos se toman los objetivos: los usan para fijar prioridades, movilizar a los actores involucrados, aumentar la conciencia y la motivación de la opinión pública y definir las responsabilidades de los ministerios. Con el correr del tiempo, también la ONU y las agencias de donación de los países de altos ingresos comenzaron a usar los ODM como guía para organizar su propio trabajo en África. Si bien los ODM no son el único factor que explica las mejoras logradas desde 2000, su aporte ha sido enorme.
Por supuesto, todavía queda mucho por hacer para maximizar el logro de las metas fijadas por los ODM. Una cuestión de suma importancia es que para obtener mejoras considerables en materia de salud, se necesita contar con recursos financieros adecuados. Por eso, este año los países donantes deberían refinanciar generosamente el Fondo Mundial de Lucha contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria, para asegurar así que el éxito logrado por este organismo no se detenga.
Cuando los Estados miembros de la ONU pasen al próximo conjunto de objetivos globales de desarrollo, los ODM deberían servirles de ejemplo. En primer lugar, conviene que la lista de ODS sea relativamente corta (no más de 10), ya que de ese modo serán más fáciles de recordar, lo que a su vez ayudará a movilizar a la opinión pública.
En segundo lugar, la responsabilidad de implementar los ODS debería alcanzar a todos los países (tanto ricos como pobres). En general, con los ODM se veía a los países pobres como responsables de la implementación y a los países ricos como responsables de las donaciones. Pero los ODS deberían ver a todos los países como implementadores (y a los países ricos, también como donantes). De hecho, cuando se trata de problemas como el cambio climático (que tendrá un lugar central en el nuevo conjunto de los ODS), los países ricos tienen por delante una tarea mayor que los países pobres.
En tercer lugar, los ODS deberían ser una continuación de los ODM. Así como los ODM ayudaron a reducir a menos de la mitad la pobreza extrema global, los ODS deberían asumir el desafío de terminar con la pobreza extrema para siempre. El Banco Mundial (en una iniciativa elogiable) ya adoptó la meta de eliminar la pobreza extrema de aquí a 2030; ahora deberían hacer lo mismo los Estados miembros de la ONU.
Por último, los ODS deberían servir para movilizar a los expertos para trabajar en los desafíos principales del desarrollo sostenible. Cuando se presentaron los ODM, diversos especialistas en temas relacionados comenzaron a organizarse por cuenta propia para asesorar respecto del modo de lograr dichos objetivos. El proyecto de la ONU para el milenio sintetiza los consejos de unos 250 expertos de todo el mundo en cuestiones de desarrollo fundamentales. Ahora es urgente aplicar el mismo proceso para que los expertos puedan asesorar y proponer soluciones en asuntos tales como la generación de energía no contaminante, la agricultura sostenible, la creación de ciudades resilientes y la cobertura universal de salud (temas que probablemente ocuparán un lugar destacado en los ODS).
Hace cincuenta años, el presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy, declaró: “Al definir nuestro objetivo con más claridad, al hacerlo parecer más asequible y menos lejano, podemos ayudar a que las personas lo vean, que obtengan esperanzas de él y avancen de forma inevitable hacia él”. Los ODM ayudaron a lograr eso en la lucha contra la pobreza; ahora los ODS pueden hacer lo mismo en relación con el complejo desafío que supone el logro de un desarrollo sostenible.
Jeffrey D. Sachs es profesor de Desarrollo Sostenible y de Gestión y Política Sanitaria, y director del Instituto de la Tierra en la Universidad de Columbia. También es asesor especial del secretario general de Naciones Unidas para los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
(c) Project Syndicate, 2013.
Traducción de Esteban Flamini.
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