Empresas sin confianza
Las empresas españolas empiezan a percibir que lo peor de la crisis, de la larga y aguda recesión de la economía, ha podido quedar atrás. Pero no están convencidas de la intensidad de la recuperación, y mucho menos de las capacidades del Gobierno para propiciarla. Esa observación, reflejada en el Barómetro de Empresas que hoy publica este diario, es particularmente mayoritaria entre las grandes compañías. La base de 269 empresas radicadas en España supone una facturación conjunta superior al billón de euros y un empleo de más de un millón de personas. Menor pesimismo no significa que las expectativas sean muy favorables. Los empresarios disponen de elementos de juicio suficientes para verificar que las condiciones del mercado nacional no reflejan un repunte de la demanda. El desempleo sigue en niveles excesivos, la renta disponible de las familias desciende y el nivel de deuda de empresas y familias continúa en niveles poco compatibles con la reanudación de las decisiones de gasto e inversión. El sistema bancario, del que se muestran tan dependientes unos y otros, está lejos de normalizar la canalización de crédito, y cuando lo hace es a costes muy superiores a los de los agentes de otros países.
Es comprensible que el escenario de recuperación no lo admitan los empresarios hasta bien avanzado 2014, e incluso no antes de 2015, de forma similar a como lo acaba de hacer el FMI. Seguiremos soportando una situación de práctico estancamiento, poco propicia para la concreción de proyectos expansivos de la capacidad para producir bienes y servicios, para emplear, de las empresas. A principios de año, un 14% de los encuestados confiaba en que la economía entrara en terreno claramente positivo a finales de 2013, pero ahora ese porcentaje está en el 9%. La opinión más favorable la aporta la previsión sobre la evolución del turismo, favorable para el 91% de los encuestados.
El denominador común es la valoración adversa del Gobierno. El ritmo de erosión de la confianza depositada en el presidente del Ejecutivo es más rápido que el que sufrió el expresidente Zapatero. A los empresarios no les convence la retórica reformista del Gobierno: el 85% de los encuestados califica de insuficientes las reformas realizadas, valorando de forma particularmente negativa la política de investigación y desarrollo.
Los empresarios asumen que la economía española no es dueña de su destino: el grado de dependencia de lo que ocurra en Europa se presenta como decisivo, dado el escaso margen de maniobra de las autoridades españolas para estimular la demanda. Esta es la clave de la salud empresarial. Y es que el recurso a las exportaciones, siendo amplio durante los últimos años, no se presenta como suficiente. Ni dispondrá de la intensidad del dinamismo de los dos últimos años, a tenor de la menor pulsación de los principales socios comerciales, ni todas las empresas españolas son susceptibles de mantener un ritmo de ventas en el exterior suficiente como para crear empleo.
Son manifestaciones todas ellas compatibles no solo con los indicadores disponibles, sino con las previsiones mayoritarias de comportamiento de las variables más importantes de la economía española en el próximo año. Explicativas, en definitiva, de estados de ánimo que no mejoran precisamente con las declaraciones de los ministros, por muy prolijas y frecuentes que estas sean.
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