Negro panorama para la banca pública
El FROB estudia limpiar y vender Catalunya Banc y Novagalicia La entidad considera que las nacionalizadas no se revalorizarán con el tiempo por la crisis Pocas ventajas en la unión con Bankia
La situación macroeconómica de recesión y paro galopante está complicando la vida a todas las entidades, pero todavía más a las que han recibido ayudas públicas y tienen que vender parte de su negocio en un mercado a la baja. Con este escenario, el informe encargado por el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB) a la consultora McKinsey no es esperanzador. Después del fracaso de la subasta de CatalunyaBanc, el organismo público, presidido por el subgobernador del Banco de España, Fernando Restoy, pidió a los expertos posibles soluciones para rentabilizar la participación del Estado en las tres entidades nacionalizadas: Bankia, CatalunyaBanc y Novagalicia.
Según ha podido saber este periódico, McKinsey considera que las entidades catalana y gallega, que a diferencia de Bankia están en liquidación, no se van a revalorizar con el paso del tiempo, sino todo lo contrario. Es decir, si los planes del Gobierno eran esperar para recuperar parte de los fondos públicos enterrados en estos dos bancos, es mejor cambiar de táctica y acelerar la venta. Por eso, la posible solución de formar un holding uniendo Bankia a los dos bancos ha perdido fuerza.
Hasta ahora, los contribuyentes han metido en la entidad catalana 12.050 millones y 8.981 millones en la gallega. Ambas cifras suponen todavía más dinero que en Bankia, en proporción a su tamaño. En unos días, el FROB tomará una determinación definitiva sobre este asunto.
Pero en lo que todos parecen coincidir es en que no habrá compradores si no se cambia la oferta, sobre todo tras el fracaso de marzo en Catalunya Banc. Como Bruselas no permite más protección de créditos morosos, el esquema de protección de activos (EPA), lo que barajan en el FROB, el Banco de España y el Ministerio de Economía es limpiar de activos malos los dos bancos y venderlos después potenciando su valor de marca comercial y su arraigo territorial.
¿Y qué hacer con los créditos e inversiones malas? Lo que se estudia es traspasarlos al Sareb. El Memorándum de Entendimiento (MoU) permite llevar al banco malo activos dañados aunque no sean inmobiliarios, por lo que el Gobierno considera que esta salida es compatible con la normativa europea. Las carteras industriales y otros negocios que tuvieran valor se podrían separar para enajenarlos juntos, si así se obtienen más recursos.
Hay tres opciones: dos implican fusionar las entidades, la otra limpiar y vender
En el informe se plantean tres posibilidades. La primera es crear una especia de “fusión fría”, como fueron los SIP de las cajas en 2011 o una entidad similar a Argentaria. Se trataría de unir la tesorería, la gestión de liquidez, las políticas comerciales, la central de gastos y la informática, alrededor de Bankia. Era una solución adecuada para algunos organismos públicos, pero crea problemas jurídicos, porque sería “casi una fusión del núcleo del negocio, lo que se parece bastante a juntar los bancos. Bruselas no ve bien esta operación con el actual entorno macroeconómico porque sabe cómo empieza pero no cuándo termina… y no quiere más banca pública”, comenta un directivo conocedor de la situación. La segunda salida es una fusión suave, con pocos servicios en común. Algunos expertos apuntan que para hacer algo así, “ya está el FROB, que podría pilotar comercialmente las dos entidades”. Por último, la versión más drástica: acelerar la venta tras una limpieza.
La teoría de McKinsey coincide con lo sostenido por los principales ejecutivos de la gran banca que reconocieron que se estaban beneficiando de la debilidad de algunos bancos públicos “para quitar clientes aprovechando el lío del mercado”, como admitió Alfredo Sáenz, ex número dos del Santander.
A los problemas financieros, se une en los bancos nacionalizados el problema reputacional que han supuesto las preferentes, que están empujando la fuga de depósitos. Además, el cierre de oficinas, la reducción de plantillas y las restricciones en la actividad comercial por imposición europea, hacen más difícil obtener beneficios. “Luchan contra muchos frentes a la vez. Al margen de la calidad de sus gestores, que no es igual en todos los casos, es muy difícil sobrevivir en este entorno”, apunta un competidor.
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