‘Match ball’ con secuelas
La evaluación del nuevo rescate in extremis a Chipre pasa no solo por las posibles implicaciones de este último acuerdo, sino también por las secuelas que deja aquella primera decisión de rescate, apresurada, poco reflexionada y dañina. El acuerdo que hay sobre la mesa es un nuevo match ball que salva la eurozona pero deja dudas, muchos aspectos cuya resolución e impacto siguen siendo inciertos. Entre otros, ese deje aleccionador y absolutamente inoportuno que el presidente del Eurogrupo dejaba caer ayer sugiriendo justamente lo contrario a lo que han dicho en los últimos días: que el mecanismo para Chipre puede ser extrapolable a otros casos.
En este nuevo acuerdo ya no se gravan los depósitos “asegurados”, los de menos de 100.000 euros. Ahora se insiste en reafirmar que están protegidos en toda la eurozona. Con la nueva fórmula de rescate también se evita que se imponga un impuesto a los depositantes de bancos foráneos que operan en Chipre. Los mecanismos de corrección y asunción de pérdidas se van a centrar en las entidades financieras chipriotas que se encontraban al borde la quiebra: Laiki y Banco de Chipre. Serán los depositantes no asegurados (las cuentas por encima de 100.000 euros) del Laiki los más afectados. Este banco se va a reestructurar dividiéndolo en un banco malo —adonde, entre otras cosas, pasan sus depósitos no asegurados— y un banco bueno, que se adhiere a Banco de Chipre.
El banco malo de Laiki impondrá pérdidas a accionistas y bonistas, aunque no les reportará muchos recursos, pero es importante mantener el orden de asunción de pérdidas. Asimismo, venderá activos y las pérdidas pendientes tras esas acciones las compensará con los depósitos no asegurados. En cuanto al Banco de Chipre, los titulares de sus cuentas no aseguradas verán cómo parte de las mismas se convierten en acciones de ese banco, con quitas considerables. De depositante a accionista en un involuntario salto.
Quedan algunos flecos importantes por cerrar, que son en parte la herencia del error del primer proyecto de rescate. Parece que las restricciones de acceso a las cuentas para los depósitos de menos de 100.000 euros serán retiradas pronto. Resulta difícil predecir qué harán entonces los clientes con sus ahorros y si tratarán de movilizarlos rápidamente, lo que podría obligar a las autoridades chipriotas a establecer nuevas restricciones sobre los depósitos. Parece también que se establecerán controles de salida de capital duraderos para los depositantes no asegurados. Esto puede ser también un mal precedente. Los inversores internacionales podrían pensar que el control de salidas de capital del país es un nuevo mecanismo estándar en la eurozona que pudiera convertirse en una práctica extensible a otros países europeos, porque en el pasado se han producido flujos de salida de depósitos importantes en algunos de ellos.
La UE pretende imponer un plan de reestructuración a Chipre para crear un nuevo modelo de sector bancario, menos parecido a un refugio para grandes fortunas foráneas, que tenían, en muchos casos, la sombra del blanqueo de capitales. Sin embargo, sin aquel tipo de sector bancario, la economía chipriota se resentirá. Asimismo, los controles de capital van a reducir de forma muy significativa la liquidez del país y a lastrar de forma muy importante su crecimiento.
El caso chipriota evidencia que los desequilibrios en las estructuras bancarias de algunos sistemas financieros son una de las mejores excusas para los que no tienen interés en acelerar la unión bancaria europea. Sin embargo, esa integración parece la única solución para Europa hoy por hoy. La solución a Chipre evidencia pocas voluntades en esa dirección. ¿Cuántos match ball serán necesarios para avanzar?
Santiago Carbó Valverde es catedrático de Economía y Finanzas de la Bangor Business School (Reino Unido) e investigador de Funcas.
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