En Chipre se ha puesto el sol
La aplicación de una tasa sobre los depósitos bancarios en Chipre ha devuelto a la superficie los peores recuerdos del otoño de 2008, cuando la amenaza de quiebra del sistema financiero mundial llevó al Gobierno español a tomar una medida excepcional: que el mínimo de los depósitos bancarios protegido por el Fondo de Garantía de Depósitos pasara de 20.000 a 100.000 euros.
En el caso de Chipre se ha visto que la promesa de proteger los depósitos no valía ni lo que el papel en el que estaba escrita: a nadie se le escapa que las cantidades son demasiado grandes para que, aunque solo sea parcialmente, puedan ser avaladas por nadie (en España tienen derecho a cobertura unos 800.000 millones de euros, entre depósitos bancarios y valores).
Lo que en Chipre saldría de los depósitos (la suma de unas pérdidas individualizadas) en España ha salido de pérdidas individuales y colectiva
Por suerte, el sistema financiero español acaba de ser recapitalizado y lo más razonable es pensar que esa restauración de su solvencia servirá para que no haya problemas “a lo chipriota” durante los dos o tres próximos años. Pero, eso sí, sin olvidar que, si no los hay, será gracias a que ya los ha habido antes y que, si los residentes en Chipre tienen que hacer frente a la pérdida de ahorro por valor de 5.800 millones de euros, los españoles ya han perdido riqueza financiera por unos 100.000 millones (un tercio y un 10% de sus PIB respectivos). Y lo que en Chipre estaría destinado a salir de los depósitos bancarios convencionales (y por tanto de la suma de unas pérdidas perfectamente individualizadas) en España ha salido de una mezcla de pérdidas individuales y pérdida colectiva.
En primer lugar, la pérdida colectiva que representa la quiebra de buena parte de las cajas de ahorros: una estimación moderada la situaría en 75.000 millones de euros (aunque solo el cierre de prácticamente toda la obra social de algunas de ellas haga palpable lo dramático de esa pérdida colectiva). Si a eso se añaden las pérdidas individuales de los tenedores de acciones ordinarias (de Bankia y del Banco de Valencia), acciones preferentes, cuotas participativas (de la CAM), obligaciones subordinadas, obligaciones convertibles a voluntad del emisor, canjes depreciados, etcétera, se sobrepasa los 100.000 millones de euros.
Si se hace abstracción de los ahorradores españoles atrapados en esos productos que no entendían (lo que no es poco decir) la recapitalización de los bancos ha servido para salvar a estos y el ahorro de todos los impositores. En Chipre, lo más lacerante es que la primera versión conocida del acuerdo con la Unión Europea salvaba a los bancos a costa del ahorro, grande o pequeño.
Todo ello con un plan muy duro exigido a ambos países por la troika (UE, el BCE y el FMI). Exigido (algo que suena muy feo) pero, a la vez, acompañado de una línea de crédito por valor de 100.000 millones de euros (10% del PIB, de los que se ha usado solo una parte) para recapitalizar del sistema bancario español; o de 10.000 millones (60% del PIB) para el caso de Chipre (algo que, en ambos casos, suena bastante mejor).
Esto no quiere decir que la decisión de tocar los depósitos por debajo de 100.000 euros en Chipre sea acertada. La ley debe cumplirse y si el Gobierno de Chipre quiere rebajar después el límite protegido que lo haga. Además, por analogía con la aplicación de la ley concursal, debería cargar las pérdidas, primero, contra los recursos propios de los bancos (los accionistas, entre ellos rusos y eclesiásticos, lo perderían todo); hacer la quita previa a los tenedores de bonos bancarios (que parecen no ser una cantidad muy grande, unos 1.900 millones de euros, pero que representan un tercio de los 5.800 millones necesitados) y, finalmente, a los depósitos no protegidos por la garantía estatal.
El Gobierno de Chipre tiene que mentalizarse de que ya no puede servir a dos señores: proteger al ahorro de sus ciudadanos / votantes y mantener el atractivo de Chipre como semiparaíso fiscal (un objetivo que a estas alturas resulta, por lo demás, risible).
El BCE, por su parte, tiene que ser consciente de que, una vez se reabran los bancos en Chipre, seguramente terminará teniendo en su balance la financiación completa de lo que quede del sistema bancario chipriota (hasta que las aguas vuelvan a su cauce y el ahorro nacional fugado vuelva poco a poco a los bancos).
El riesgo de contagio siempre existe, pero es por ahora bastante bajo. A estas alturas, las crisis financieras ya no suelen provocar grandes sobresaltos como los del otoño de 2008. El único sobresalto habitual son las cifras del paro. Pero esas matan lentamente. Y sin canción.
Juan Ignacio Crespo es analista financiero y autor del libro Las dos próximas recesiones.
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