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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Riesgo de accidente por conducción chapucera

Antón Costas

Lo de Chipre es una chapuza. Una más. Es decir, una nueva muestra de la negligencia profesional con que los gobernantes europeos están gestionando los destrozos que nos ha dejado la burbuja de crédito y la crisis. Una negligencia que puede provocar, aunque sea de forma no querida, un accidente financiero grave en Europa. Con riesgo para el euro y la UE.

¿Por qué digo que es una chapuza? Por dos motivos. Primero, por la forma poco transparente en cómo se adoptó esa decisión, de la que ahora nadie se responsabiliza. Segundo, porque la decisión de imponer un recorte a los ahorros parece no entender la función económica que tiene el seguro de depósitos bancarios.

El seguro de depósitos no busca evitar la quiebra de los bancos, ni proteger el dinero de origen dudoso. Los bancos deben poder quebrar como cualquier otra empresa. Irlanda acaba de liquidar el Anglo Iris Bank. En España algunos merecían seguir este camino. La función del seguro es evitar que la liquidación o riesgo de quiebra de un banco provoque la desconfianza y el pánico de los pequeños ahorradores. Cuando eso ocurre, corren a sacar el dinero de los bancos. La historia nos enseña que en ese momento la probabilidad de un accidente financiero sistémico que se lleve por delante al sistema bancario es muy elevada. El seguro es un cortafuego contra el pánico y el contagio.

La decisión es, además, injusta porque parecía afectar solo a los depósitos y no a otros activos financieros. No se trata de un impuesto, como han querido presentarlo, es una expropiación en toda la regla.

De ahora en adelante nadie podrá tener la seguridad de que los ahorros en un banco estén seguros

Los Gobiernos de los países acreedores, el BCE y el FMI siguen empeñados en que sean los ciudadanos de los países sobrendeudados los que paguen la factura de la crisis financiera. Primero fue la austeridad y los recortes de gastos sanitarios y educativos. Ahora quieren que los ahorros paguen otra parte de la factura.

Pero, ante todo, es una decisión muy arriesgada. Ha dado una señal peligrosa para la estabilidad financiera. De ahora en adelante nadie podrá tener la seguridad de que los ahorros en un banco estén seguros. La justificación de que Chipre es un caso distinto y distante no convence. Se ha roto un tabú casi sagrado. El miedo se ha metido en el cuerpo. Y el miedo es contagioso, especialmente cuando se relaciona con dinero.

¿Por qué nuestros gobernantes actúan de esta forma tan irresponsable? Hay tres posibles explicaciones.

Una. Los intereses nacionales de los países acreedores. Cuando los Gobiernos de estos países, liderados por Alemania, imponen recortes de sanidad y educación o expropian los ahorros de los países endeudados actúan en beneficio de sus ciudadanos y de sus bancos. No tengo nada que objetar. Se deben a quien les ha votado, y a ellos han de rendir cuentas.

De lo que me quejo, es de la ausencia de un interés general europeo. Hoy por hoy, las decisiones europeas representan una amalgama de intereses nacionales, donde los alemanes imponen su hegemonía. La Comisión Europea tampoco representa ese interés general. Mientras no haya en la UE una institución, a semejanza de la presidencia de EE UU, que sea elegida de forma directa y responda ante todos los europeos, no podremos hablar de interés general europeo.

Dos. Los intereses personales de los altos funcionarios de la Comisión Europea, del BCE y del FMI. Como son listos y han estudiado economía, saben que esas medidas son perjudiciales. Al menos dudan. Pero si manifestaran públicamente esas dudas tendrían que renunciar a su empleo, sueldo y pensiones. Recomiendan reducciones de sueldo, flexibilidad laboral y recorte de pensiones. Pero su puesto de trabajo, su sueldo y sus altas pensiones están al abrigo de los efectos de esas. Como no sufren las consecuencias de las medidas que apoyan, eso favorece la inercia.

Tres. Las malas ideas y las pasiones. En la conducción de la crisis europea influye más la tiranía de las malas ideas que los intereses. Los gobernantes que imponen recortes de sanidad, enseñanza y ahorros creen que están haciendo un bien moral a los países que ellos consideran pecadores. Conocen el dolor y el riesgo de accidente que pueden provocar con sus decisiones. Pero piensan que es más importante la medicina moral que imponen que los malos efectos económicos y sociales que produce.

En una de sus últimos artículos en Financial Times, Martin Wolf, refiriéndose a la tozudez de David Cameron en mantener su plan de austeridad a pesar de sus efectos contractivos, ha afirmado que la idea de que la medicina de la austeridad es buena independientemente de lo que le ocurra al paciente pertenece al reino de la brujería, no de la ciencia. Estamos en manos de curanderos fundamentalistas.

El riesgo de accidente en Europa como consecuencia de decisiones chapuceras motivadas por ideas equivocadas e intereses estrechos no puede descartarse. Grandes de la economía como Adam Smith, Carl Menger o Friedrich Hayek nos han advertido contra los “efectos no deseados, pero realizados” de las decisiones que tomamos. Nuestros gobernantes no deberían ignorarlos.

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