Los salarios suben en 2011 en países emergentes y caen en los desarrollados
El crecimiento promedio de los salarios en 2011 fue mucho menor que el de los años previos a la crisis, con índices negativos en los países desarrollados, pero con aumentos considerables en las economías emergentes, según el último informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
El Informe Mundial sobre Salarios 2012/2013, presentado hoy en Ginebra revela que los sueldos promedio mensuales ajustados a la inflación, conocidos como salarios reales, aumentaron un 1,2 por ciento en el mundo en 2011, por debajo del 2,1 por ciento de 2010 o del 3 por ciento en 2007.
Sin embargo, estas cifras han sido influenciadas por el incremento de los sueldos en China, país que, por el tamaño de su población, tiene un enorme peso en el cálculo.
Al presentar estas conclusiones, el director general de la OIT, Guy Ryder, indicó que -por regiones- desde el año 2000 los salarios han aumentado una media del 5 por ciento en los países desarrollados, un 15 por ciento en América Latina y el Caribe, y se han duplicado en Asia.
La evolución salarial ha sido espectacular en China, donde prácticamente se han triplicado en las últimas décadas.
Aunque esto apunta a una convergencia de los ingresos entre los países industrializados y en desarrollo, Ryder dijo que en términos absolutos la diferencia de salarios "sigue siendo muy importante".
Si se analiza el aumento de los sueldos sin tener en cuenta a China, el incremento real mundial fue del 0,2 por ciento en 2011, el 1,3 por ciento en 2010, y el 2,3 por ciento en 2007.
En general, se esconden amplias diferencias en función del desarrollo económico, de las regiones y de los países donde están los trabajadores.
Los salarios experimentaron caídas sin precedentes en las economías desarrolladas, donde se vaticina un crecimiento cero para 2012, pero se mantuvieron positivos en el mismo periodo en las regiones en desarrollo.
Según los datos, los salarios aumentaron en América Latina un 3,5 por ciento en 2006; un 2,9 por ciento en 2007; un 0,8 por ciento en 2008; un 1,6 por ciento en 2009; un 1,4 por ciento en 2010, y un 2,2 por ciento en 2011.
En las economías desarrolladas, el incremento fue del 0,9 por ciento en 2006; un 1,1 por ciento en 2007; cayeron un 0,3 por ciento en 2008; subieron un 0,8 por ciento en 2009; aumentaron un 0,6 por ciento en 2010; y volvieron a disminuir un 0,5 por ciento en 2011.
El informe de la OIT destaca también las diferencias salariales por un mismo trabajo en diversos lugares del mundo. Cita el ejemplo de un trabajador del sector manufacturero que gana 1,40 dólares por hora en Filipinas; 5,50 dólares en Brasil; 13 dólares en Grecia; 23 dólares en Estados Unidos, y 34,9 en Dinamarca.
Otro de los aspectos que aborda el texto es el hecho de que en la última década la productividad haya aumentado a un ritmo mayor que los salarios.
Esta tendencia ha generado un cambio en la distribución de los ingresos, lo cual significa que los trabajadores se están beneficiando menos de su trabajo, mientras que los propietarios del capital ganan más.
Esta situación se debería revertir, según la OIT.
En las economías desarrolladas, la productividad laboral se incrementó más del doble que los salarios desde 1999. Por ejemplo, en países como Estados Unidos mientras que ésta aumentó un 85 por ciento desde 1980, lo sueldos sólo crecieron un 35 por ciento.
El informe advierte de que quienes toman las decisiones políticas deberían tener cuidado de no promover la productividad a expensas de los trabajadores.
"Una reducción de la participación del trabajo afecta no solamente la percepción de lo justo, particularmente dadas las crecientes preocupaciones acerca de las remuneraciones excesivas de los consejeros delegados y en el sector financiero, sino que perjudica además el consumo de los hogares", señala el texto.
Es por ello que los autores consideran que los gobernantes "deberían evitar la visión simplista de que los países pueden salir de la recesión por la vía de los 'recortes'", y abogan por fortalecer las instituciones que fijan los salarios.
"Si se diseña apropiadamente, el salario mínimo ha demostrado ser una herramienta eficaz para una base salarial decente, asegurando así un estándar de vida mínimo para estos trabajadores y sus familias", concluye el informe.
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