Todo el poder para Draghi
El presidente del BCE ha logrado teledirigir la política europea de las próximas semanas
Con ustedes Mario Draghi, el hombre más poderoso de Europa, tanto en las procelosas aguas de los mercados como en el mar de los sargazos de la política continental. Hace unos días, en Londres, arqueó levemente una ceja y los mercados salieron corriendo como conejos. Hoy, en Fráncfort, Draghi ha usado las expectativas creadas para teledirigir todos y cada uno de los movimientos importantes de la política europea de las próximas semanas.
Uno: España está abocada a completar todas las reformas impuestas por Europa y a pedir un humillante segundo rescate, una petición que debería llegar tan pronto como mañana si el presidente Mariano Rajoy quiere evitarse un castigo superlativo en los mercados, siempre que se garantice que no va a haber excesivas condiciones adicionales. Dos: Italia se beneficiará del rescate español indirectamente, pero es muy, muy probable que también se vea obligada a pedirlo en cuanto su situación política se aclare. Tres: los socios europeos deben dar el visto bueno a esos dos salvavidas (que no son intervenciones totales como las de Grecia, Portugal e Irlanda, sino rescates parciales debido al gran tamaño de esas dos economías) sin condiciones adicionales excesivamente onerosas en términos políticos, con un clima social que va a peor en España y ante el riesgo de un futuro Ejecutivo antieuro en Italia. Y cuatro: si todo eso ocurre, Alemania y su Bundesbank deberán dejarse de ultraortodoxias y dejar manos libres al BCE (esto es, a Draghi) para acabar con la insoportable tensión en los mercados como y cuando él quiera. En fin, todo el poder para Draghi, una suerte de nuevo Richelieu de la política continental.
La jugada tiene un punto maquiavélico. El presidente del BCE agita con una mano el espantajo de una intervención y con ello utiliza a los inversores para sus fines, provocando primero un ataque de pánico en los mercados (lo que pone de manifiesto el poder de sus palabras, infinitamente mayor que el de 100 planes de ajuste) y después en los Gobiernos, a quienes obliga a hacer todo lo que quiere con vagas promesas, con la constatación de que solo él puede controlar la situación. Con la otra mano torea a los halcones de su consejo de Gobierno y de Berlín, demostrando que por el momento no ha gastado un solo euro y que solo habrá manguerazo si los Estados cumplen todas sus condiciones.
El poderío del BCE va ya mucho más allá que la política monetaria. Es política a secas, pura y dura
El poderío del BCE va ya mucho más allá que la política monetaria. Es política a secas, pura y dura. La jugada solo tiene un problema: sigue basándose en esa quimérica falacia de que hay que seguir recortando en el Sur para que vuelva la confianza, con la economía española helenizándose a toda velocidad, con Italia y España con pie y medio ya fuera de los mercados, con la austeridad causando estragos en la economía mal llamada real. Y sigue jugando con el fuego de los mercados, que en algún momento puede llegar a ser abrasador (si no lo está siendo ya) y provocar un accidente. Hablando de accidentes, apenas hay referencias a Grecia en las últimas semanas.
Rajoy presentará mañana el presupuesto bianual de 2013 y 2014 al que se había comprometido, y deberá ser mucho más concreto (y por lo tanto tendrá muchos más problemas domésticos) de lo que creía. En cuanto se convoque un Eurogrupo, pedirá ayuda al fondo de rescate temporal (EFSF, por sus siglas en inglés). Si cumple con todas las reformas y medidas a las que le obligaba el primero de los rescates (aquellos 100.000 millones para la banca que ya parecen de otra era), la única duda que hay ya es si ese segundo salvavidas, que supondrá una intervención del EFSF en el mercado primario (en las subastas del Tesoro) o en el mercado de segunda mano, incluirá condiciones adicionales. Es muy probable que España se vea obligada a aplicar algún que otro recorte más, relativo a las pensiones o al seguro de desempleo, según las fuentes consultadas. El Ejecutivo hará bien en poner toda su maquinaria diplomática en marcha para evitar que esas medidas adicionales erosionen la maltrecha economía española, que camina con paso decidido hacia una recesión profunda y duradera: eso es lo único que puede justificar cierta dilación en la petición de un segundo salvavidas. En todo lo demás, Rajoy debería apresurarse en cumplir hasta el último de los deseos del todopoderoso Draghi: resistirse solo servirá para recibir más castigo en los mercados, para tener aún menos poder de negociación.
Salvo en intentar atenuar los efectos de los recortes, Rajoy debería apresurarse en cumplir con todo lo que el todopoderoso Draghi quiera
Nota: Lo paradójico del caso es que un Gobierno que tiene el respaldo de una mayoría absoluta en el Parlamento está en manos del presidente de un banco central, que no es elegido democráticamente. La política europea se empeña en dar más y más poder a una institución supuestamente independiente, y cuando ésta lo usa los Gobiernos le piden explicaciones por actual como tal, y acaban acusándolo de “banco central clandestino”. Pero esa es otra historia.
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