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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Draghi se acuerda de “Balotelli cuando lloraba” si se le pregunta sobre España

El periodista revela una conversación con el presidente del BCE sobre Monti, Merkel y fútbol

La situación económica ha vuelto a deteriorarse. No hablo de la italiana, ni siquiera de la europea, sino de la situación mundial, incluidos los colosos emergentes: China, India, Brasil, Suráfrica. La recesión que empezó hace dos años y se convirtió en realidad hace seis meses se agrava; en algunos mercados se vislumbran nuevas burbujas: la inmobiliaria —quién lo iba a decir— en China; la de los derivados, más o menos en todas partes, porque los bancos occidentales están, casi todos, contaminados por títulos basura, bonos alcistas y bajistas, bonos corporativos y obligaciones de deuda soberana que tienen dificultades para mantener sus valores nominales y pierden fuerza bajo las oleadas especuladoras.

Pero la novedad de estos últimos días procede de Alemania: la locomotora europea está parada. Hacía mucho tiempo que no ocurría. Los alemanes consumen poco pero exportan e invierten mucho, y hasta ahora el balance entre las dos cosas era positivo y permitía que el tren alemán corriera a buena velocidad. Lo malo es que ahora el saldo está a la par, y por eso la locomotora se ha detenido. No es casualidad que Angela Merkel, durante su visita de hace unos días a Roma, dijera: “También nosotros sentimos el mordisco de la recesión, por eso debemos relanzar el crecimiento todos juntos”.

Santas palabras, aunque algo tardías. Sin embargo —y esta es otra novedad de estos días—, en el terreno político, Merkel está en minoría. Al decir que “ahora los europeos debemos actuar todos juntos”, ha conseguido no dejar satisfechos ni a ciertos “poderes fuertes” ni a la gente.

También nosotros sentimos el mordisco de la recesión, por eso debemos relanzar el crecimiento todos juntos Angela Merkel, canciller alemana

No ha gustado al aliado histórico de la CDU, la CSU católica, que tiene su base en Baviera, no ha gustado al Bundesbank, que critica a su propio representante en la junta de gobierno del BCE y casi siempre se solidariza con Draghi. No ha gustado a los magistrados del Tribunal constitucional alemán, que están atentos a proteger la soberanía nacional. Ni a la gente, es decir, al alemán medio, que sigue echando de menos el marco y asiste, estupefacto, a lo que sucede o puede suceder incluso en su patria. Para comprender mejor de qué forma se combinan entre sí estas distintas perspectivas y con qué resultado, he pensado que la persona más apropiada para hacerme de Virgilio a través del infierno económico de estos meses era Mario Draghi. Mantengo una amistad con él desde hace tiempo, de modo que le he buscado para intercambiar sensaciones y opiniones.

Draghi no concede entrevistas. Se expresa a menudo en público y la última vez fue hace unos días, cuando explicó los motivos que movieron al BCE a bajar en un cuarto de punto el tipo de interés oficial. Una decisión unánime, como quiso precisar. Pero en esa misma ocasión recordó que la economía real no va bien, que la recesión y el desempleo son preocupantes y que los países europeos bajo ataque de los mercados deben moverse con la máxima celeridad y de la forma apropiada para evitar peligros mayores.

Estas palabras suyas —unidas a otras análogas pronunciadas al mismo tiempo por Christine Lagarde, directora del Fondo Monetario Internacional— tuvieron como consecuencia anular el efecto que hubiera podido tener la acertada decisión de bajar el tipo de interés en los mercados, que tuvieron más en cuenta el pesimismo manifestado por Lagarde y el propio Draghi, hicieron caer las bolsas y volvieron a penalizar los diferenciales de Italia y, sobre todo, España. En resumen, un fracaso (así se definió) tanto para el BCE como para el Banco de Inglaterra, que había inyectado en el mercado una enorme liquidez adicional ese mismo día.

De mi conversación con el presidente del BCE no tengo mucho que contar, no porque me haya revelado misterios que deben permanecer secretos, sino porque una charla entre dos amigos no es noticia. Como máximo, pone una nota de color, y eso, a veces, ayuda a orientarse.

Los españoles son muy orgullosos, son hidalgos, te miran a la cara con ojos desafiantes y dan taconazos de rabia si se les devuelve la misma mirada

De hecho, empiezo con una broma que le hace reír con ganas. Le digo: "Hasta la semana pasada Italia tenía tres super Marios que ocupaban los titulares de todos los periódicos, tú, Monti y Balotelli. Debo decir que el tercero os superaba con mucho, aunque solo fuera porque firmó dos goles que eliminaron precisamente a Alemania de la competición. Pero ahora ya no es así. Tras la derrota frente a España, Balotelli se arrodilló y se puso a llorar. Ahora quedáis dos. ¿No terminaréis también vosotros como el super Mario de la camiseta azul?".

“Espero que no”, responde, todavía riendo. “¿Pero cómo pudieron perder de esa forma con España?".

¿Viste el partido?, le pregunto. Monti estuvo allí.

A todos nos toca arrimar el hombro, no se trata de recurrir a la estrella protectora de Italia, que siempre ha sido un invento de consolación

“No, no vi nada, para mí fueron unos días muy ajetreados, y el fútbol no es mi fuerte. Pero me asombra, cuatro a cero. Y con España...”.

Le digo que no crea que España no era digna de adjudicarse la Eurocopa por sus problemas con la prima. De hecho, es la campeona del mundo. “Lo sé, pero me gustaría saber en qué consiste su fuerza”.

Debo reconocer que no soy ningún experto, pero algo entiendo, y se lo explico así: los españoles se despliegan en dos líneas horizontales de cinco jugadores cada una, de modo que cuando están a la defensiva tienen 10 hombres en mitad del campo y es muy difícil que los adversarios al ataque puedan abrirse camino. Pero cuando avanzan, se mueven todos juntos, y entonces hay 10 en el campo contrario.

Napolitano ha dicho que tenemos que salir. Yo le tengo enorme afecto y estima y me uno a su llamamiento y a su empeño por lo que a mí respecta Mario Draghi, presidente del BCE

No pasan nunca el balón hacia adelante, se lo pasan de forma horizontal, avanzando como si fueran una máquina de guerra. No tienen una, dos ni tres puntas, sino cinco, y otras tantas en la parte de atrás. Así es como vencen. Draghi me escucha pero es evidente que está pensando en otra cosa. De pronto me dice: “Nosotros hemos trabajado los cuatro para elaborar el memorándum sobre la futura arquitectura de la Unión Europa. Un poco como los españoles, los del fútbol, quiero decir”.

Los del fútbol, desde luego. Los demás, los ministros, los responsables de los bancos, no trabajan juntos y, sobre todo, son muy lentos. Saben que deben promulgar una ley, firmar un documento, iniciar un procedimiento, pero van aplazándolo y todo permanece inmóvil. Estas son reflexiones que Draghi ha repetido en público y ha comunicado a las autoridades españolas interesadas, pero los resultados no se han visto hasta el momento, los españoles siguen posponiendo las cosas y el resultado es que sus bancos se encuentran todavía en una situación pésima. Para que intervenga el fondo de rescate tanto de Estados como bancos, es necesario que el Gobierno lo solicite, pero el Gobierno español, hasta ahora, se anda con rodeos.

Los españoles son muy orgullosos, son hidalgos, te miran a la cara con ojos desafiantes y dan taconazos de rabia si se les devuelve la misma mirada. Como en el flamenco, donde arquean la espalda y la ceja. Tratar con ellos no debe de ser fácil.

¿Te gusta España?, le pregunto. Se muestra circunspecto: “¿En qué sentido?” El paisaje, explico. “Claro, pero en los últimos tiempos voy de un avión a otro y veo bastante poco paisaje”. Una pregunta: ¿Te corresponde a ti la vigilancia de los bancos? “Le corresponde al BCE, sí, ya sabes que lo decidió la Eurocumbre, es una decisión oficial. La vigilancia de los bancos, la garantía de los depósitos y el seguro para los bancos en crisis. Pero la labor de vigilancia estará totalmente separada de nuestra política monetaria. Está todo escrito en el comunicado de la Eurocumbre”.

Pero me gusta oírselo repetir. “Sin embargo, el Gobierno interesado debe pedirlo, y todavía no lo ha pedido”. Son hidalgos. ¿Pueden quebrar si no lo piden? “Pienso en Balotelli”. ¿Qué tiene que ver? “Nada, pero me acuerdo de cuando lloraba”.

Recapitulemos, pues. Merkel está en minoría política en su país.

No había ocurrido jamás. El Gobierno español baila el flamenco del orgullo y pierde un tiempo precioso por no ceder y pedir la intervención del fondo de rescate bancario. Los mercados, guiados por los bancos de inversiones estadounidenses y los fondos de alto riesgo especulan a la baja con los títulos bancarios europeos, el Bundesbak y la opinión pública alemana sueñan con un euro de primera clase junto a Finlandia y Austria, en Italia crecen los movimientos antipolíticos que predican la salida del euro. Mientras tanto, el cambio euro-dólar está a 1,23 y sigue bajando.

El comentario de Draghi sobre Ballotelli llorando me hace pensar, así que, para concluir, suelto la última pregunta: ¿Te preocupa la inflación? Respuesta: “Es la última de mis preocupaciones”. ¿Te preocupa la bajada del euro frente al dólar? “Favorece las exportaciones, es un estímulo”. ¿Entonces, vamos a salir de esta? “Napolitano ha dicho que tenemos que salir. Yo le tengo enorme afecto y estima y me uno a su llamamiento y a su empeño por lo que a mí respecta”.

Personalmente, yo sigo siendo optimista, pero las estrellas nos vigilan.

A todos nos toca arrimar el hombro, no se trata de recurrir a la estrella protectora de Italia, que siempre ha sido un invento de consolación

Eugenio Scalfari es el fundador del diario italiano La Repubblica

© La Repubblica

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia

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