Dimon encuentra a su 'Moby Dick'
El impacto de la fallida estrategia de cobertura de 2.000 millones de dólares pondrá a JPMorgan a prueba
El Ahab de JPMorgan se ha encontrado con su Moby Dick. El consejero delegado Jamie Dimon se ha esforzado mucho por construir un banco lo bastante fuerte como para resistir la mayor de las tempestades. El impacto de la fallida estrategia de cobertura de 2.000 millones de dólares que el banco anunció a última hora del jueves pondrá a JPMorgan a prueba. Puede que sus colchones de capital estén a salvo por ahora, pero es probable que las repercusiones sean más amplias.
Las pérdidas proceden de la Oficina de Dirección de Inversiones (ODI) del banco, que forma parte de la función central de tesorería en JPMorgan y que es responsable de gestionar el balance general de toda la empresa. El hecho de que se estuviera “controlando mal”, como reconoció Dimon, resulta incluso más preocupante que el descubrimiento de un desconocido operador de Bolsa díscolo.
La ODI ha sido noticia últimamente por las informaciones de que uno de sus operadores de Bolsa del extranjero, Bruno Iksil, estaba tomando unas posiciones tan grandes en un índice de crédito para cubrir el riesgo de JPMorgan que estaba distorsionando el mercado. Los rivales lo llamaron “la ballena de Londres”. Dimon declinó entrar en detalles.
Pero hace solo un mes, en el anuncio de ganancias del banco del primer trimestre, los ejecutivos defendieron a la ODI. El director financiero Doug Braunstein aseguró que el banco estaba “muy cómodo” con sus posiciones. Ahora Dimon reconoce que la estrategia de cobertura revisada “tenía defectos”, que hubo “dejadez” y que se cometieron “fallos garrafales”.
Las pérdidas proceden de la Oficina de Dirección de Inversiones del banco
Los inversores ya dan por sentada esa sinceridad tan apabullante por parte de Dimon. Pero el desastre recuerda a fracasos similares en JPMorgan antes de su época. En otoño de 2001, el banco se mantuvo firme en que su exposición total a Enron era de cerca de 900 millones de dólares, antes de revelar que la suma casi triplicaba esa cifra. Un año más tarde, los ejecutivos celebraron una reunión de urgencia con los inversores —como la que se organizó apresuradamente el jueves por la tarde— para anunciar que todos sus despachos de contratación de valores habían perdido dinero aunque todos se habían mantenido dentro de sus límites de riesgo.
Este último contratiempo es un oportuno recordatorio de que incluso una ballena de las operaciones bursátiles puede poner en dificultades a un capitán de la banca tenaz. JPMorgan podría sufrir todavía más pérdidas. La cantidad en peligro es casi el doble que el cálculo inicial, y la cartera es más volátil de lo que esperaba JPMorgan. Lo que resulta cada vez más evidente es que ni siquiera una obsesión inquebrantable con el riesgo y la gestión del balance general es suficiente para contener a una ballena financiera.
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