Europa se la juega
Los países de la Unión Europea revolucionan sus leyes laborales para salir del abismo
La necesidad urgente de ajustar los presupuestos nacionales e impulsar el crecimiento está dando un vuelco a la legislación laboral de muchos países europeos, especialmente los del sur. Derechos y privilegios vigentes desde hace décadas —en muchos casos desde el final de la II Guerra Mundial— están desapareciendo de la noche a la mañana. Precedidas de escaso debate en la mayoría de los casos, las reformas obligan a un cambio en la mentalidad de los ciudadanos, pues entierran una concepción del puesto de trabajo muy arraigada en algunas sociedades. El empleo para toda la vida en la misma empresa, que fue realidad durante varias generaciones, parece ahora una aspiración imposible para los más jóvenes. Los cambios en la legislación laboral acercan a España, Portugal e Italia a mercados tremendamente flexibles como los de Reino Unido o EE UU.
Como ocurre con la fiscalidad, el trabajo es uno de los territorios menos cohesionados de la Unión Europea. Mientras Francia ofrece la máxima protección al empleado, Reino Unido da a los empresarios enormes facilidades para modificar sus plantillas. Cada una de las reformas laborales que los Gobiernos están sacando adelante es distinta de la otra, pero todas tienen algo en común: será más fácil y más barato despedir a un trabajador. Los objetivos son también comunes: facilitar la contratación e impulsar la recuperación de la actividad económica.
Es ahí donde surgen las incógnitas. ¿Propiciarán las reformas un aumento de la competitividad europea frente a las potencias económicas emergentes como China, India o Brasil? ¿Serán compatibles con el mantenimiento del Estado de bienestar? ¿Cuál será el nuevo papel de los sindicatos, pilares de la Europa del último medio siglo?
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