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Japan Airlines entierra un símbolo del renacer empresarial nipón

La primera aerolínea de Asia declara la mayor bancarrota de una empresa no financiera del país

La aerolínea nipona Japan Airlines (JAL), la mayor de Asia, ha presentado hoy su declaración de bancarrota ante un tribunal de Tokio de acuerdo con la ley de Rehabilitación Corporativa, la sexta quiebra más grande del país desde la II Guerra Mundial y la más grave de una compañía no financiera por su alto volumen de deudas. Además, también supone un punto y aparte tras 59 años de vida para un símbolo del renacer empresarial nipón, que no ha sabido reaccionar ante la feroz competencia en un mercado aéreo dominado por aerolíneas más flexibles y económicas.

El Gobierno japonés tiene previsto presentar en las próximas horas su plan de reestructuración para JAL, la aerolínea más grande de Asia, con el objetivo de que la aerolínea, con medio siglo de vida, siga operando y hacer frente a su pasivo, que asciende a 17.800 millones de euros. Hasta que lo haga público, el ministro japonés de Transportes, Seiji Maehara, ha pedido "comprensión y cooperación" a los gobiernos extranjeros y organizaciones del sector para permitir que Japan Airlines pueda continuar sus operaciones.

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El plan del Ejecutivo incluirá el recorte de 15.000 de sus 50.000 empleos, casi un tercio de la plantilla, y una fuerte reducción de su tamaño, de forma que la aerolínea pueda volver a los números positivos en el año fiscal 2011 tras cerrar el primer semestre con unas pérdidas de 977 millones de euros. En caso de que la reestructuración no tenga éxito, los bienes de la compañía serían puestos a la venta para resarcir a los acreedores.

Está previsto que a raíz de su quiebra las acciones de JAL dejen de cotizar. La noticia ya estaba prevista por los inversores, que hundieron su valor en bolsa un 88% durante la semana pasada, cuando los accionistas -muchos de ellos minoritarios para favorecerse de los descuentos que les ofrece- cayeron en la cuenta de que incluso si la mayor aerolínea comercial del Continente podía soportar las turbulencias económicas, era posible que ellos no. Este desplome ha dejado su capitalización total en apenas 150 millones de dólares (104 millones de euros), el precio de un Boeing 787, cuando actualmente posee una flota de 279 aviones.

Tras dar con éxito sus primeros pasos como empresa privada con el respaldo del Gobierno, en 1953 se convirtió en una aerolínea pública bajo el nombre de Japan Airlines y en la década de 1960 implantó una amplia red de rutas internacionales que rodeaban el globo. La compañía vivió su época dorada en los 70, cuando se disparó su número de pasajeros y consolidó su papel como aerolínea internacional de referencia.

La década dorada de los 70

En aquella época JAL gozaba de una excelente reputación empresarial, que la convirtió en la compañía estrella en la que cualquier universitario japonés aspiraba a trabajar, según un estudio de la compañía Recruit. Hasta 1985 gozó del monopolio en el sector de la aviación nipona, pero ese año el Gobierno puso fin a ese privilegio tras un acuerdo con EE UU que abrió nuevas rutas y las puertas del mercado japonés a otras aerolíneas.

Dos años después, el Ejecutivo decidió privatizarla para permitir a las otras dos aerolíneas nacionales, las jóvenes All Nippon Airways (ANA) y Japan Air System (JAS), competir libremente. A raíz de esta decisión, las primeras dificultades financieras comenzaron a principios de los 90, cuando con el estallido de la burbuja inmobiliaria en el país la aerolínea sufrió fuertes pérdidas en las inversiones que mantenía en hoteles y centros turísticos extranjeros.

Los problemas se agravaron en 2001, cuando JAL se vio obligada a obtener un préstamo del Gobierno por una cantidad no revelada para hacer frente a la crisis de viajeros tras los ataques del 11-S. En 2002, en medio de la fuerte competencia en el sector, se fusionó con la que entonces era la tercera aerolínea nipona, Japan Airlines Service, y se convirtió en la sexta aerolínea mundial en número de pasajeros.

Tras recurrir de nuevo a los préstamos en 2004, esta vez del Banco Asiático de Desarrollo (BAD) y por 90.000 millones de yenes (690 millones de euros), para paliar los efectos del virus del SARS y de la guerra en Irak, en 2009 reconoció abiertamente que vivía la peor crisis financiera de su historia, sin que los diferentes préstamos sindicados con los principales bancos de Japón lograran paliarla.

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