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La crisis del euro

Merkel y Sarkozy amenazan con bloquear el rescate de Atenas

Berlín, París y Bruselas exigen al Gobierno de coalición griego que apruebe ya las reformas que exige la troika

Más de dos años después de que empezaran los problemas, Grecia recibió el lunes una nueva y seria llamada al orden por parte de los mandarines europeos. Angela Merkel y Nicolas Sarkozy, reunidos una vez más en París, se mostraron poco filosóficos con las dudas políticas, económicas y existenciales de Atenas, y mientras el país se preparaba para vivir este martes su enésima huelga general, lanzaron un ultimátum y surtidas amenazas al Gobierno tecnocrático de unidad nacional si este no se aviene "en seguida" a aprobar las reformas que lleva aparejadas el segundo tramo de un rescate cuyo importe se calcula en 130.000 millones de euros.

"Grecia debe respetar escrupulosamente sus compromisos. No tiene otra opción, salvo aprobar las reformas. El tiempo se acaba y si no lo hace bloquearemos los fondos", presionó Sarkozy desde el Elíseo.

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En plena sintonía, la pareja conocida como Merkozy fue algo más allá, y quizá para tranquilizar a los bancos, propuso quitarle al Gobierno griego la llave de su precaria hucha creando "una cuenta bloqueada" donde se depositarían los intereses de la deuda para garantizar que los acreedores privados cobren lo que Atenas les debe.

Por si quedaba alguna duda sobre la confianza de Merkel en la fiabilidad griega, la canciller aclaró lo siguiente: "Queremos que Grecia siga en el euro, pero... también decimos que no habrá nuevo rescate si no alcanzan un acuerdo con la troika [Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional]. Todos cuantos tienen responsabilidad en Grecia deben saber que no nos desviaremos de esa posición". "El tiempo se está acabando, y hay mucho en juego en la eurozona", añadió Merkel.

Berlín puso su cara más huraña para mostrar galones (también en clave interna), pero parecía claro que, bajo las amenazas, Atenas intentaba regatear hasta el último minuto las leoninas condiciones impuestas por la troika al Gobierno que dirige Lukas Papademos. Grecia debe recortar en 4.400 millones de euros su gasto público para seguir siendo ayudada a sobrevivir y poder reestructurar la mitad de su deuda privada.

Sarkozy ejerció de policía bueno y afirmó que veía que el acuerdo, tanto con los prestatarios privados como con las instituciones internacionales, "está más cerca que nunca". "No nos imaginamos que no haya acuerdo, pero hace falta terminarlo", agregó, animando a los griegos a seguir el ejemplo "virtuoso" de Italia.

La respuesta del Gobierno técnico de coalición, formado por los socialistas del Pasok, los conservadores de Nueva Democracia y el ultraderechista Laos, recordó bastante más a Silvio Berlusconi que a su sucesor Mario Monti, y consistió en ganar tiempo arguyendo que estaba dando los últimos retoques al documento de 50 páginas que los líderes de los tres partidos deben llevar firmado a la reunión del Eurogrupo el jueves.

Grecia, la banca y la troika se han saltado una tras otra las fechas límite que se habían autoimpuesto. Y ayer vencían dos: el ultimátum a los partidos para que pactaran el tijeretazo, y el necesario acuerdo con la banca para obtener una quita de los acreedores privados, calculada en más de 100.000 millones.

Al término de un Consejo de Ministros franco-alemán, los dos líderes mostraron de nuevo la fortaleza de un eje que, en palabras de Sarkozy, "ha sido determinante para evitar que Europa y el euro caigan en el abismo de la crisis financiera". El camino pasa por una mayor armonización entre ambos países, uno de los temas que trataron en el Consejo que reunió a una docena de ministros franceses y alemanes. Comenzarán por acercar en los próximos meses el impuesto de sociedades de los dos países. También convergerán en política laboral y educativa.

A la presión de Berlín y París se sumó la de toda la UE. La Comisión aseguró que Grecia está "fuera de plazo" en un doble frente: tanto en las negociaciones en el seno de la coalición de Gobierno para sacar adelante una vuelta de tuerca adicional en la política de recortes que reclaman la UE y el FMI, como en el acuerdo con la banca para que el sistema financiero arrime el hombro en la reestructuración de la deuda.

La Unión presiona para que los partidos de la coalición acepten un programa con píldoras duras de tragar -una devaluación interna de en torno al 30% con una mezcla de reducciones de sueldos y aumento de horas trabajadas, como se ha hecho en Portugal-, en medio del descontento que crece en las calles.

El presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, también admitió que la solución definitiva a la crisis de deuda de la eurozona está costando "más de lo esperado" debido a la resistencia de los países con problemas a llevar a cabo los ajustes exigidos y de los Estados en mejor situación a poner más dinero. "La crisis todavía está muy presente entre nosotros. Los resultados todavía no han llegado", dijo Van Rompuy en un discurso en la Universidad Humboldt, en Berlín. "Cada país, y pienso en particular en Grecia, no es solo responsable de sí mismo sino de la unión monetaria en su conjunto", añadió.

Atenas explicó que gran parte del paquete de ayuda había sido ya pactado, incluyendo el recorte de unos 3.500 millones en dos años en sanidad, defensa y gasto municipal. Pero admitió que faltaba que la troika diera el visto bueno a un tijeretazo adicional de 1.200 millones. "En cuanto a la banca, el acuerdo está prácticamente cerrado", insisten fuentes europeas desde hace semanas.

Anoche, el Gobierno no había podido pactar todavía el exigido recorte del 20% en el salario mínimo -que ahora asciende a 871 euros mensuales, frente a los 748 euros de España- ni el salvaje programa de despidos en el sector público, que podrían ascender a 15.000. Los sindicatos han convocado la enésima huelga general para hoy. Pero el tiempo se agota: sin el dinero de la UE, Grecia podría suspender pagos el 20 de marzo, cuando vencen obligaciones de pago de 14.500 millones de euros.

A todo esto, los sucesivos planes de rescate aprobados y todas las medidas de austeridad no han impedido que los mercados sigan castigando la deuda de Grecia, que permanece fuera de control mientras la economía está en fase depresiva (cayó el 6% en 2011) y la tasa de paro sigue desbocada, rozando ya el 20%.

Angela Merkel y Nicolas Sarkozy, tras el Consejo de Ministros franco-alemán de ayer en París.
Angela Merkel y Nicolas Sarkozy, tras el Consejo de Ministros franco-alemán de ayer en París.M. EULER (AP)

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