Una historia de porteros
La imbatibilidad de Yoel en el Celta entronca con la de históricos guardametas
A Carlos Fenoy le llamaban loco, detalle que tratándose de un guardameta argentino tampoco cabe catalogar como excepcional. Llegó a Vigo el último día de agosto de 1975 después de que el Celta pagará por él a Vélez Sarsfield cuatro millones de pesetas. En diciembre de 1979 club y futbolista estaban en Magistratura. Apartado del plantel, vituperado por la afición a la que había dedicado un escandaloso corte de mangas, bajo sospecha por su escaso rendimiento y el deseo, luego no cumplido por una oferta del Valladolid, de regresar a casa, Fenoy salió de Balaídos por la puerta de servicio. Pero los años modulan el recuerdo y agrandan el mito, el del portero goleador que lanzaba penaltis, el felino que selló un record de imbatibilidad: 687 minutos sin encajar gol en la recta final de su primera campaña en Balaídos, que acabó con ascenso a Primera. En ese camino está ahora Yoel Rodríguez, que el sábado tuvo que hacer un alto en ese reto tras sufrir una lesión muscular contra el Murcia.
Lesionado el sábado, cederá el puesto a Sergio, otro canterano
Capó vive ajeno en Menorca al récord de imbatibilidad que aún mantiene
En aquel episodio en los juzgados el abogado que defendía al Celta quiso dar a entender que sí que era cierto, que el Loco no estaba muy cuerdo. No se pudo probar tal extremo, pero sí queda su aureola, la del portero que cuando en los entrenamientos no tenía ganas de irse al suelo catalogaba a voz en grito los disparos de sus compañeros entre "parables" y "no parables", la del que cuando tiraba penaltis veía la meta rival "como un portaaviones" y cuando los debía detener "como una portería de hockey sobre patines"."No lo conocí como compañero, pero cuando llegué a Vigo me dijeron que era un portero excelente. Estuvo a punto de ir al Barcelona, lo tuvo casi hecho", recuerda Joan Capó, el recambio que encontró el Celta para suplirle. Capó, menorquín de la señorial Ciutadella, donde vive alejado de la pelota y volcado en su tienda de puericultura, se hizo celtiña con 25 años como recambio de emergencia ante la rebeldía de Fenoy.
Su incipiente alopecia propició que se jugara con su apellido y pronto se le conociera como "el portero descapotable". Con él bajo palos el equipo se fue a Segunda B, pero las dos campañas siguientes encadenó sendos ascensos para regresar a Primera, hazaña que luego repitió en el Sabadell. Justo esa campaña en la categoría de bronce estuvo 794 minutos sin que le marcaran. Nadie ha vuelto a llegar a esa cota con la cruz de Santiago en el pecho. "¿En serio tengo el récord? No sabía nada. Casi podría jugar todavía en el Celta", bromea. Capó se expresa con un cerrado acento menorquín y hace gala del humor y la retranca isleña, una versión mediterránea de la gallega. "Igual por eso nos adaptamos tan bien a Vigo. Allí nació un hijo mío. Nos acoplamos fenómenal, pero está claro que son culturas muy distintas". Quizás sea esa mentalidad insular la que explica que no haya regresado desde que se fue en 1983.
"Me gustaba jugar fuera de la portería. Entonces no era tan normal como ahora, pero empezamos a provocar el fuera de juego del rival y me gustaba estar al tanto. Por lo demás era un poco bajito", asume Capó. "No lo era tanto, lo que pasa es que su constitución era de pierna corta y mucho cuerpo", corrige Javier Maté, un canterano del Real Madrid que llegó para discutirle el puesto a Capó y se lo arrebató. "Era un meta sobrio, sin concesiones a la galería, con rapidez para ejecutar las acciones", describe Maté. Él sí se quedó en Vigo, donde tras cerrar una larga carrera como futbolista ejerció como secretario técnico, como entrenador del filial o al frente de las categorías inferiores del Celta. Fue con esa responsabilidad como descubrió a Yoel Rodríguez. "Fui a ver un partido del Colegio Hogar y allí estaba en la porteria. No creo que se enfade: parecía una muñeca, con una melena larga y rubia. Recuerdo que fui con mis hijas y me preguntaban si el portero del Hogar era una niña". Les hizo ver que no lo era. Y Maté tenía buen ojo. "Jugaba en el área como si fuera su finca. Lo llevamos al Celta y descubrimos un chaval majísimo en el trato y muy trabajador".
Maté percibe una progresión en Yoel, el primer canterano que se consolida en el equipo desde que a finales de los setenta Fermín Hortas era suplente de de Fenoy. "No es el mismo que al inicio de esta temporada. Está sabiendo llevar la presión porque para un portero de casa es todo más complicado que para uno de fuera. Con los canteranos ocurre que al principio nos hacen gracia y nos enorgullecemos, pero luego les pedimos que marquen diferencias. A Yoel se le critica porque puede tener alguna duda por alto, pero ¿qué portero de menos de 25 años no las tiene? Puede mejorar y lo hará", diagnostica el inquilino de la meta celeste entre 1981 y 1993, que ahora mira hacia el arousano Sergio Álvarez y la oportunidad que se le presenta estas semanas. "Lo hará bien. Tiene mucha personalidad, es como un segundo entrenador en el campo, con un dominio del espacio que va más allá de su propio área".
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