Premio Fronteras por el mecanismo de la limpieza intracelular
En casi todos los casos, la célula es algo diminuto (quizá la excepción más llamativa sea el huevo de un avestruz). Pero en ese minúsculo espacio tienen lugar miles de procesos que son los que definen la vida. Como si de un taller se tratara, mantenerlo limpio y organizado es básico para su buen funcionamiento. Hay que destruir lo que no hace falta, y respetar lo útil. Y en este equilibrio juega un papel clave el descubrimiento de Alexander Varshavsky: unas diminutas proteínas -las ubiquitinas- que marcan aquello que puede degradarse. Por eso ha recibido el Premio Fronteras del Conocimiento de la Fundación BBVA en Biomedicina, dotado con 400.000 euros.
El jurado considera que el científico (nacido en Moscú en 1946 pero nacionalizado estadounidense) ha "abierto un nuevo campo en la biomedicina". En conversación telefónica desde California, donde trabaja, Varshavsky rebaja ese halago: "No hemos hecho más que poner las bases, pero es bueno y extraordinario que uno pueda participar en ello".
Las aplicaciones del descubrimiento de Varshavsky son incalculables. Hay proteínas que conviene que duren mucho, y otras tienen un cometido muy corto. Por eso, cualquier mutación en las ubiquitinas puede suponer un error, y, como consecuencia, una enfermedad. De hecho, se las relaciona con todo tipo de patologías: cáncer, enfermedades neurodegenerativas o autoinmunes, entre ellas.
Varshavsky admitió que su descubrimiento no tiene "aplicación directamente". Pero "ya hay investigación en medicamentos para diseñar pequeñas moléculas que servirán para manejarlas". "Algunos ya están en pruebas para el cáncer", dijo el investigador.
El premio Nobel de Química de 2004 ya reconoció el papel de las ubiquitinas, pero no fue para Varshavsky. La Academia Sueca se lo otorgó a los israelíes Aaron Ciechanover y Avran Hershko y al estadounidense Irwin Rose.
