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Columna
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Europa hasta la saciedad

Fallaban los motores del avión de manera ostensible y un pasajero preguntó angustiado a la azafata si iban a tomar tierra. Su respuesta fue que sí, que iban a tomar tierra hasta hartarse. También ahora nuestro presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, está tomando tierra en el Consejo Europeo de Bruselas y la cuestión es si la dosis será letal como le pronosticaban al viajero del cuento. Por la senda única de la contención del déficit y la disminución de la deuda está claro que caminamos hacia la recesión, con nuevos incrementos en la cifra de desempleados. Los recortes adoptados por el Consejo de Ministros el 30 de diciembre suponen disminución de las inversiones y del empleo público. Dos sumandos cuya consecuencia inminente es la de aportar nuevos contingentes de parados. Es decir, más gasto en las prestaciones sociales, menos ingresos en cuotas, disminución de la demanda interna, con un tajo a la renta disponible de 20.000 millones de euros, y disminución tanto de la actividad empresarial como de la recaudación fiscal.

Por la senda única de la contención del déficit y la disminución de la deuda vamos hacia la recesión

El objetivo ante la convocatoria de Bruselas es ofrecer credibilidad. Por eso, Rajoy presenta su ajuste como aval contra el déficit y el presidente francés, Nicolás Sarkozy, anuncia la subida del IVA al 21,2%, tres puntos más que en España, además de la implantación de una tasa financiera a los bancos. Todos quieren exhibir buena conducta y presentarse con los deberes cumplidos, conforme a las exigencias de la canciller alemana, Angela Merkel. Nadie quiere desmerecer con propuestas de aplazamientos para el logro de la reducción del déficit hasta 4,4% a finales del 2012. Pero la dosis de austeridad puede acabar causando daños mayores de los que pretende resolver. De ahí que la reunión informal del Consejo Europeo, integrado por los presidentes y jefes del Gobierno de los 27 Estados miembros de la Unión, se vea en la necesidad de abordar el capítulo del crecimiento, sin el cual tampoco hay salida practicable. El Consejo está emplazado ante el FMI y los mercados, siempre dispuestos a interpretar cualquier señal como síntoma de la debilidad del euro y a proceder castigando en consecuencia.

La primera cuestión a dilucidar es la de salir unidos del encuentro de Bruselas o continuar esparciendo las dudas y favoreciendo el pánico de sálvese quien pueda. Grecia parece enfurecida por los planes de la UE para controlar su presupuesto, mientras los fondos acordados para ayudarla siguen sin estar disponibles. Pero el propio Deutsche Bank acusa problemas de envergadura y los bancos de los Lander alemanes, equivalentes a nuestras Cajas de Ahorros, se encuentran en pésima situación. Así que el empobrecimiento del entorno europeo de Alemania se le puede venir encima a nuestra Angela Merkel. La segunda se refiere al cálculo de resistencia de materiales. Porque, como deja clara la huelga general en Bélgica, las de Italia o las de Grecia, la paz social se puede trocar en conflictos de alta tensión. El aguante nunca es ilimitado y la actitud seráfica de las organizaciones sindicales españolas tampoco. Esa es la previsión manifestada por Rajoy a dos de sus colegas, al prever que la reforma laboral, prevista para febrero, puede acarrearle un alto coste político. Vale que las respuestas en ese plano carezcan de la instantaneidad de las de los índices de la bolsa o de las calificaciones de las agencias de rating pero, una vez desencadenadas, sus destrozos en términos de pérdida de cohesión social son en extremo dañinos.

Los presidentes del Consejo, Herman van Rompuy, y de la Comisión, Durão Barroso, comparecieron en conferencia de prensa. Pero se impone considerar ante qué prensa lo hicieron. Porque, en ausencia de medios de comunicación que podamos llamar europeos, nadie pregunta desde una concepción integral de la Unión. Y sabemos bien que el modo de interrogar es decisivo a la hora de conocer la realidad. Se ha insistido en el déficit democrático del que adolecería la Unión pero todas las instituciones europeas tienen un referente electoral. De modo que sería más exacto señalar que el verdadero déficit, cargado de graves consecuencias, es el déficit mediático. Avergüenza que lo más parecido a un diario europeo venga a ser el americano Internacional Herald Tribune, que mantiene una cierta neutralidad multidireccional y se abstiene de izar la bandera de ninguno de los intereses nacionales de los 27 países miembros. Como si el carácter de Unión se percibiera mejor desde la distancia amigable de América.

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