El futuro del hombre
Lanvin cierra al alza la semana de la moda masculina de París
Ayer terminaron en París las presentaciones de las colecciones masculinas para otoño/invierno 2012. Como ya anticipó Milán, el traje ejerce de comodín en una partida llena de incógnitas. Eso sí, hablamos de un traje de músculos extraordinariamente flexibles. Capaz de abarcar las versiones con falda de Comme des Garçons o los tradicionales diseños de Alessandro Sartori para Berluti. "No hay que tener miedo a lo clásico", afirma Sartori. "El hombre puede reconciliarse con su deseo de poseer un buen traje gris. No hace falta que tenga tres mangas para que sea atractivo".
Una de las revisiones más interesantes del traje la ofreció ayer Alber Elbaz en Lanvin. Con la ayuda de Lucas Ossendrijver, responsable de la división masculina de la firma, repensó el asunto desde sus cimientos. "Es un traje para una nueva generación", explica Elbaz. "Chicos que utilizan las redes sociales, que lo saben todo, y que corren de un lado a otro. No para llegar a una sala de juntas sino para coger el metro". Los mencionados chavales difícilmente tienen los bolsillos tan llenos como para convertirse en potenciales clientes de la marca, pero al invocarlos Elbaz agita lo establecido. Y ese es un mensaje que reverbera más allá del armario de quien le compra.
Elbaz cambia los patrones y entrega inextricables mezclas de materiales. "Estos trajes son lo contrario de un uniforme: un canto a lo individual", sostiene Ossendrijver. Su desfile utiliza inicialmente tonos vibrantes y termina con un novio que lleva zapatillas y anorak reversible a su boda. "Se trata de proyectar un poco de optimismo", asegura Elbaz. En esta ocasión, el diseñador aparca la nostalgia a favor de una especie de elogio del zapping estilístico y la estética retro parece proscrita de la temporada: hasta Paul Smith se entrega a la promesa del mañana.
La colección de Lanvin es un alegato a favor de la creatividad, del riesgo y la posibilidad. En esa línea se mueven las afirmaciones más tajantes -léase, exageradas- que se han visto estos días. Desde una colección compuesta íntegramente por pantalones cortos para invierno (¿Raf Simons reflexionando sobre el cambio climático?) hasta tipos con hombreras grotescas en Thom Browne y Viktor & Rolf. Con mención especial a la proliferación de faldas: Givenchy, Comme des Garçons, Gaultier. Pero no todos los diseñadores tienen esa clase de ambición expresiva. Otros conciben su trabajo como una búsqueda de soluciones a problemas cotidianos. En ese bando se han visto resultados interesantes. Por ejemplo, el debut de Humberto Leon y Carol Lim en Kenzo y la evolución de Carven o Acne. La dialéctica entre diseñadores pragmáticos e idealistas es un debate siempre interesante y que ha estado presente en esta semana de la moda. Tal vez, porque la incertidumbre económica tiende a abrir una brecha entre estas dos posturas.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.