Cómo derribar gigantes
Nadal, que tumbó a López y jugará contra Berdych en los cuartos, gana a los sacadores gracias a que es el tenista que puede golpear la bola desde más lejos por la fuerza de su brazo
Para Feliciano López, el infierno en la tierra: con el cielo escupiendo llamas a 32 grados, se encuentra con que su contrario se procura 18 bolas de break sobre su reputado servicio. Rafael Nadal (vencedor por 6-4, 6-4 y 6-2) es ese rival. Uno que llega a los cuartos de final del Abierto de Australia, en los que le espera el checo Tomas Berdych (derrotó por 4-6, 7-6, 7-6 y 7-6 a Nicolás Almagro), gracias a una inexplicable mezcla de técnica y falta de lógica al resto.
El mallorquín rompe todos los cánones. Allí donde los manuales dicen que debería golpear delante, anclado sobre la línea y arrojándose a por la pelota, espera acuclillado en el fondo. Allí donde el sentido común dice que debería tener problemas, porque se ha amamantado en arcilla, se gradúa constantemente como uno de los mejores restadores sobre cemento. Allí donde el calor cuece cerebros, tiene una idea clara: iniciar el punto aprovechando su brazo de hierro.
"Estoy restando mucho mejor que el año pasado", dice el español
Su próximo rival suma 17 'aces' por encuentro, más que nadie
"Rafa", analiza López tras ver cómo lograba devolverle el 70% de sus servicios, "resta muy atrás y así pone muchos restos en juego". "Tiene mucha fuerza. Eso le permite acelerar mucho la pelota", prosigue el tenista toledano, que deja Melbourne clasificado entre los 15 mejores del planeta. "Tiene la capacidad de tirar la bola muy alta desde atrás de la pista y así empezar el punto como le gusta. Otros asumen el riesgo de fallar más poniéndose más delante. Él se siente muy cómodo así. Lo lleva haciendo toda la vida y le está sacando provecho", se extiende en su explicación.
Berdych pondrá a prueba la capacidad de Nadal para utilizar su brazo como palanca: tanta fuerza le permite esperar atrás a que la pelota cierre su trayectoria. El checo es el jugador que ha disparado más aces de los que sobreviven en el torneo (70, a 17 por partido). Es el que más puntos ha ganado con su primer servicio (el 84%: tan solo ha cedido 33 en toda la competición). Es, ya se sabe, un tipo arisco, abucheado ayer por la grada por no estrechar la mano a Almagro, al que acusó de golpearle intencionadamente con una pelota. El número siete mundial discutirá el pase a las semifinales de saquetazo en saquetazo y ante un adversario que le domina por diez victorias a tres en sus enfrentamientos, como le pasa con todos los sacadores del circuito: Ivo Karlovic (4-0), John Isner (3-0), López (8-2)... Todos sufren ante Nadal.
"Sí", concede Nadal sobre su tino y el de David Ferrer en las devoluciones; "tiene poco sentido". "Lo lógico es que resten mejor los que se han entrenado toda la vida en pista rápida porque tienen más reflejos, son más hábiles", añade tras jugar con la rodilla derecha aparatosamente vendada.
"Estoy restando mucho mejor de lo que lo hice el año pasado. Empezar los puntos bien te da la vida y en 2011 empecé los puntos demasiadas veces mal", continúa el jugador manacorense. "Desde el lado de la ventaja, puedo restar delante, pero también es más fácil restar atrás: no pierdo pista. En el deuce siempre intento restar más delante porque, si me voy a darle de derecha a la tribuna, dejo la pista abierta. Preparo restar más delante, más agresivo, intentando bloquear más las manos. ¿Por qué muchas veces resto detrás? Porque, si resto delante y pego un mal tiro, me quedo descolocado".
Nadal es un hombre de fuertes convicciones. En diciembre, después de una temporada con varias derrotas en las finales de los grandes, asumió que su tenis era demasiado previsible. Desde entonces intenta añadir alternativas a su juego. Esos restos más arriesgados le permitirían tomar el mando. Es dudoso que mantenga esa propuesta en los días venideros. Llegan los duelos que decidirán el título en el Abierto de Australia. Rivales de cuerpo entero. La hora de fiarlo todo a su poderoso brazo de hierro.
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