El semblante de Camps
El compadreo tabernario en las conversaciones telefónicas, las inexistentes facturas y los supuestos pagos con o sin recibo, la trama Gürtel, los disparatados contratos que mueve el carburante del dinero público, el paradero final de ese mismo carburante y tanto desaguisado en unos meses relativamente cortos, producen desconcierto y confusión. Nelet, Manuel para los no aborígenes, es uno de esos jubilados honestos y conservadores a quienes les llegan los ecos mediáticos de procesos y juicios, jueces y jurados, acusaciones y defensas de un montón de asuntos que no acaba de entender, como no acaba de entender el embrollo económico que esquiva, dada su buena administración casera. Nelo, me olvidaba, forma parte de esos miles de votantes, constantes, del PP y no pertenece a ese número un tanto excesivo de electores que tiene un deudo o amigo colocado en los recovecos o pesebres de las diputaciones provinciales. El hombre que no para de trabajar, a pesar de su jubilación, y mantiene su huerto familiar con una eficacia y pulcritud dignas de encomio... Nelo, digo, nos pedía ese otro día durante el consuetudinario almuerzo valenciano, que alguno de quienes estábamos enterados más que él le explicásemos el embrollo de los juicios y el desastre de los asuntos económicos. Algunos miembros del grupo nos quedamos perplejos y sin poder ofrecerle una contestación rápida y clara. El más espabilado le indicó, sobre la crisis económica, que nadie puede gastar más de cuanto dispone, y que si los políticos hubieran administrado el dinero de todos tales como Nelo había administrado sus recursos domésticos, la crisis sería un pasatiempo. Sobre acusaciones, juicios, jurados, Camps y otros aspectos, reinó el silencio. Esos temas nos dejan a todos aturdidos de un tiempo acá.
Luego reflexiona uno sobre la falta absoluta de una pedagogía cívica en los medios de comunicación de masas, de la radio y la televisión, y sobre todo la radio y televisión autonómicas, que muchos dejamos de conectar hace como un par de años cuando estallaron los escándalos y se deshilacharon los trajes; cuando la radio y la televisión autonómica actuaron como si viviéramos en Bielorrusia con la callada y la ignorancia infamante por respuesta a las noticias que empezaron a aparecer; cuando el presidente de todos los valencianos era una figura peripatética, extravagante, correteando tras un provocador o una figura ensalzada hasta lo inconcebible y engañoso, tras anunciar su imprescindible dimisión. Porque es harto complicado explicarles a los honestos jubilados lo que son responsabilidades penales y políticas, que unas y otras quizás no van al unísono; que el veredicto de un jurado no tiene por qué ser infalible, que la infabilidad no es de este mundo. Y que en fin, el juicio de Camps es su semblante durante el juicio, espejo de lo físico y lo psíquico; la cara de quien ha sido protagonista, junto a otros actores, de una de las comedias más grotescas que vieron los siglos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.