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Reportaje:FITUR | Capitales europeas de la cultura

Geografía del corazón

La ciudad portuguesa de Guimarães, Capital Europea de la Cultura 2012

El corazón tiene razones que la razón no entiende, o que la crisis no entiende, podríamos decir cambiando la frase de Pascal. Un corazón es el símbolo ubicuo que la ciudad de Guimarães ha elegido como emblema para su reinado como Capital Europea de la Cultura 2012, un título que comparte con Maribor, en Eslovenia. Recostada al pie de montañas suaves, en un valle fluvial a 50 kilómetros de Oporto, Guimarães tiene laureles de sobra para dormitar sobre lecho mullido. Pero no. Apuesta por mirar adelante, por el futuro. La mitad de sus escasos 20.000 vecinos no ha cumplido la treintena. El campo la envuelve, pero fueron las pequeñas industrias (textiles sobre todo) las que daban de comer; hasta hace nada, hasta que la dichosa globalización las asfixió, y ahora no queda otra que echar a rodar la imaginación para emulsionar el campo con la tecnología, el pasado con lo más actual.

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Dos espacios pueden valer como símbolo de esa actitud. El más reciente, el Centro para os Assuntos da Arte e Arquitectura (CAAA), abierto en octubre en una antigua fábrica textil por el arquitecto Ricardo Bastos Areias y su mujer, María Luisa Neiva. Areias, que nació en la vecina Oporto, fue profesor en la Universidad de Columbia, en Nueva York, pero volvió en 2008 para crear este centro multicultural, que, además de estudio técnico, posee biblioteca, salas de exposición y auditorio.

Anterior es el Centro Cultural Vila Flor, que va a catalizar buena parte del programa de la capitalidad cultural. Se trata de un palacio enorme y muy elegante del XVIII, con amplios jardines y vistas al casco histórico, que sirvió un poco de todo (incluso para alojar un campus de la Universidad do Minho). Hasta que fue restaurado en 2005 por el Gabinete Pitágoras, grupo de arquitectos locales que añadieron al conjunto del palacio un interesante edificio que engloba dos auditorios, salas diversas y un restaurante de nueva cocina. En el palacio barroco se han habilitado salas de exposición. Este centro será cuartel general del año cultural y sede de los conciertos más golosos. Del programa para este año no se han avanzado muchos detalles, pero sí sus grandes líneas de actuación, que se enfocan en tres direcciones: galvanizar el capital humano e implicar a los habitantes; transformar la economía local por vía de la creatividad, y generar una nueva "geografía de los sentidos" a base de transformar los espacios que custodian la memoria histórica en focos de experiencia innovadora. Álvaro Siza va a coordinar algunos de estos programas. Para ello (y pese a la crisis temida) van a invertir 110 millones de euros; piensan a cambio recibir, a lo largo del año, más de un millón y medio de visitantes.

Todo esto, en realidad, es la culminación de un proceso de renovación que dura ya 20 años, desde que en 2001 fuera proclamado el casco histórico patrimonio de la Unesco. De modo que ahora no sorprende encontrar en las vetustas calles de granito comedores barrocos que sirven virguerías de autor. O bares bohemios como el São Mamede (José Sampaio, 17), con buena música; como Rolhas e Rótulos (Largo da Oliveira, jazz y bossa nova), Túnel (Pl. S. Tiago, pop y house) o el Rock Bar (Pl. S. Tiago, rock duro); e incluso after hours como el Projecto by El Rock (parque das Hortas) o el Trás Trás (Rua Gil Vicente), con dj's a la última.

Hubieran podido muy bien echar mano de las rentas del pasado. Con doble motivo, pues en esta ciudad se trenzan dos hilas fundacionales, las de la lengua y la entidad nacional. Fue aquí donde, según algunos, nació Gil Vicente, padre del teatro portugués (y también del español; era bilingüe). Pero, sobre todo, "aqui nasceu Portugal", como recuerdan rótulos, pintadas y souvenirs de manera casi cargante. Es "la cuna de la nación" porque en el castillo roquero que corona el monte Latito, especie de acrópolis u olimpo cívico, nació Afonso Henriques, o Henriquino, como cariñosamente llaman al padre de la nación. Un conde que le salió respondón al reino de León: se proclamó rey de los portugueses (1139) y siguió la conquista contra los moros por su cuenta. Le bautizaron, dicen, en la iglesita románica de San Miguel. Un poco más allá sorprende un castillo de hadas, con largas chimeneas cilíndricas y un interior un poco de cartón piedra. El grato parque que envuelve a esos tres edificios es buen mirador para observar a familias en ronda patriótica, besos y achuchones furtivos (o no tanto) y el más variopinto catálogo de canes tirando de sus dueños. Las murallas -las que no se cargó la reina doña María en 1853 para sanear la villa y darle título de ciudad- descienden desde esta cima y encorsetan parte del casco medieval. Un cogollo delicioso, cuajado en torno a plazas que se encadenan, lleno de conventos que parecen palacios (y palacios que parecen conventos), mucho santo y angelote de oscuro granito sobre fondos encalados, estaciones de vía crucis que te dan sustos de muerte, pues surgen de improviso, a tamaño natural... Y esos comercios portugueses de toda la vida, imprentas, guarnicionerías, anticuarios, abacerías, tiendas de paños, de objetos que son vintage y no lo saben.

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El ombligo y mentidero es sin duda la plaza o Largo da Oliveira, separada del Largo do Toural por casas medievales porticadas. Allí se tapea al mediodía rodeados de los más nobles edificios: la Domus Municipalis (antiguo Ayuntamiento), la iglesia da Oliveira o el Padrão do Salado. La misma fusión de viejo y nuevo si hablamos de museos. En los bajos del Paço dos Duques de Bragança, la Sala Museu José de Guimarães expone las obras que el más reconocido pintor luso actual donó a su ciudad natal. También son interesantes las colecciones del Museo de Alberto Sampaio, del convento de Santo Antonio dos Capuchos o el Arqueológico Martins Sarmento. Un teleférico (también una carretera) permiten ascender al Monte da Penha, desde cuyo mirador se abarca a esta ciudad tibia y pegadiza, joven y vieja.

El centro cultural Vila Flor en Guimarães (Portugal), un palacio del siglo XVIII restaurado por el estudio de arquitectura Pitágoras, que también firma el edificio de nueva planta.
El centro cultural Vila Flor en Guimarães (Portugal), un palacio del siglo XVIII restaurado por el estudio de arquitectura Pitágoras, que también firma el edificio de nueva planta.
El Centro para os Assuntos da Arte e Arquitectura, situado en una antigua fábrica textil.
El Centro para os Assuntos da Arte e Arquitectura, situado en una antigua fábrica textil.

Guía

Información

» Turismo de Guimarães (www.guimaraesturismo.com).

» Guimarães 2012 (www.guimaraes2012.com). Hay un meeting point especial en Rua Camoens, 60, junto a plaza Toural.

» www.cm-guimaraes.pt.

» Centro Cultural Vila Flor (www.ccvf.pt).

» Turismo de Portugal (www.visitportugal.com).

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