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Tribuna
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Los momentos que vivimos

Uno de los momentos más dramáticos que he vivido son los actuales, aunque he pasado algunos más graves y más tristes que estos, como los años de la posguerra civil, años de pobreza, paro y hambre para muchos españoles de los años 1941, 1942, 1943. Pero el paro ahora, después de una época de prosperidad, que creímos, engañándonos todos una vez más, que duraría siempre, hace que todavía sea más penoso e insoportable que cuatro o cinco millones y medio, de nuestros conciudadanos estén en paro. Afrontar esta situación tan grave requiere, a mi juicio, medidas diversas.

1. Un país como España, dentro de Europa y del euro, tendrá que soportar sacrificios importantes que, en este momento exige la lucha contra el déficit presupuestario. Pero en los tiempos y cuantificación del déficit que la coyuntura cambiante nacional e internacional nos permita.

Nuestras medidas no pueden dictarlas pretenciosas organizaciones. Ni darnos lecciones

2. Esta lucha tiene que compaginarse con el permanente objetivo de disminuir el padecimiento de nuestra población, sobre todo de los parados y de los más desfavorecidos estimulando, al mismo tiempo, el crecimiento y el empleo. Pertenezco a los que no creen que solo conseguir el equilibrio del déficit lleve consigo el crecimiento de nuestro PIB, como pueden creer algunos economistas de la escuela de Chicago. Basta que se agudice la crisis actual de Oriente Próximo, con su impacto en el precio de los hidrocarburos que importamos, para que crezca la inflación, incluso con recesión, y el déficit de nuestra balanza comercial.

3. Con independencia de cualesquiera que sean las razones que tenga el Gobierno para decidir su política económica, tenemos que saber que no saldremos de la crisis sin el concurso de unos acontecimientos sobre los que poco o nada podemos hacer. Así: que los principales países europeos, incluida Alemania, superen la recesión que está ya anunciada; que Estados Unidos logre pronto un crecimiento de su PIB sostenido; que recupere el suyo China y con ella todos los demás países del BRIC y que crezca el comercio internacional hoy en declive; que no se agrave la crisis de Oriente Próximo, o la del cercano y no hubiera problemas graves en los países del Magreb. Sin un cambio del entorno mundial positivo, la crisis seguiría siendo penosa y larga, para nosotros los españoles, aun si pudiéramos cumplir las rebajas del déficit previstas.

En ningún caso debe decaer el ánimo nuestro de lucha ni la esperanza de salir adelante. Pero debemos cimentarla en apoyar de manera preeminente la educación e investigación, el I+D+i y la sanidad si queremos tener un crecimiento sostenido; debemos, además, decir abiertamente, todos, Gobierno y oposición o ciudadanos libres e independientes, que continuamente hay que denunciar que cualquier política económica no es válida plenamente si no prioriza como objetivos aumentar el empleo, mejorar las condiciones de vida y el bienestar de todos los ciudadanos y en primer lugar de los más necesitados, de los más pobres y reducir las desigualdades. Ningún otro objetivo sería social, económica y políticamente justificable.

Sí, debemos trabajar dentro y con Europa, pero dicho esto, lo que tenga que hacer el Gobierno de este momento de la España democrática, y lo que tenga que mover a sus ciudadanos, cualesquiera que sean sus convicciones políticas o de otro tipo, debe ajustarse, a mi juicio, a sus tiempos y decisiones. Y nuestros tiempos, y el desarrollo de nuestras medidas, no pueden dictarlas pretenciosas organizaciones, con gravísimos fallos recientes, que viven otras realidades, desde prejuicios económicos y financieros, que no son aplicables a un país como España, al que no tienen por qué dar lecciones los que ahora quieren dárselas. Esto es lo que pienso como ciudadano libre, demócrata e independiente.

Alberto Oliart, ex ya de todo, pero no, nunca, de sus propias convicciones ni del amor a esta España plural y a su pueblo.

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