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Análisis:
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Sentencias

David Trueba

Los medios de comunicación generamos dos frustraciones sobre los procesos judiciales. La primera consiste en que el periodismo persigue, con sus armas, un ideal de justicia que no se detiene ante las garantías procesales, sino que es expansivo, poético, magmático, compuesto de grandes palabras, enormes intuiciones y autos de fe. La segunda es que alimentamos, junto a la ficción, una idea de orden y sentido de la vida, combatiendo el absurdo existencial con lógica narrativa, ésa que se sustenta en planteamientos, nudos y desenlaces, que, por desgracia, casi nunca pueden extrapolarse al mundo real.

El dolor de los padres que pierden a una hija adolescente es imposible de representar. No existe actor que pueda acercarnos ese árido desamparo. El error está en pensar que la justicia es un paliativo para esa circunstancia. Tendría que ser sobrenatural, y no lo es. Lo que perseguimos es que haya justicia, que se apliquen las normas que nos hemos dado, es lo único que podemos ofrecer a las víctimas inconsolables desde el sistema.

Todos construimos un relato del crimen de Marta del Castillo, en el que rellenamos con sospechas lo que nos faltaba. Era tal el impulso de justicia que nos movía que olvidamos que ésta también se somete a un rigor profesional. Por eso la abusiva tutela mediática sobre estos asuntos provoca una frustración enorme. La incapacidad para encontrar el cadáver, la tardanza en las primeras detenciones, las confesiones forzadas, las contradicciones, la debilidad de algunas pruebas. Tampoco las ficciones científicas ayudan a ponderar las posibilidades reales de los cuerpos policiales, sus recursos limitados. Constantemente percibimos que solo la presión sobre los sospechosos de algunos crímenes sin resolver nos regala resoluciones claras, allá donde la investigación se muestra incapaz. Por todo ello, la sentencia del juez abre un montón de bocas incendiadas, pero ejemplifica muchas de nuestras frustradas aspiraciones. El peso de la prueba vuelve a ser la rigurosa verdad, más allá de los impulsos naturales o las manipulaciones urgentes y populistas sobre leyes del menor o del mayor. La dignidad de ese dolor, su demoledora presencia culpable, nos exige mucho más de lo que estamos acostumbrados a dar con nuestro ruido y nuestra furia.

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