Oda a la simplicidad

En el pico norte de la provincia de Zaragoza, con un bocado en la de Huesca, se ubica la prometedora zona vitivinícola aragonesa Ribera del Gállego-Cinco Villas. Tierra pintada en verdes, ocres y amarillos, de choperas otoñales, de viejos y familiares viñedos, supervivientes gracias al autoconsumo del vino elaborado artesanalmente.

Aquí hay fortalezas y castillos, y villas de callejuelas empedradas. Y de aquí procede la uva tempranillo con la que Bodegas Leceranas, fundada en 2006, ha creado su nuevo tinto, acertada continuación de su soberbia garnacha. Son, vino y bodega, fruto de la feliz conjunción de un genial visionario como el fallecido enólogo Joan Milá y de la báquica locura de tres amigos: Alfonso Mort, Ricardo Mosteo y Henrik Heikel. Todos unidos en la busca ¿quimérica? del vino puro. Esta pasión por lo auténtico les ha llevado a elaborar su Evohé con la mínima intervención humana, respetando prácticas ancestrales a la hora de fermentar. El resultado es instructivo. En efecto, lo primero que impacta es su aroma franco, directo, cargado de fruta muy madura (morera, cereza, ciruela pasa) bañada en alcohol, y un ligero toque floral. La presencia de la fruta sigue imponiendo su golosa autoridad en la boca, con un entrañable sabor a mermelada y característico regusto de regaliz que, efectivamente, recuerdan los antaño poderosos vinos de terruño. Una santa ¡y barata! simplicidad, muy de agradecer.