Agravios comparativos
Se respira indignación entre la ciudadanía. Independientemente de que la asignación a la familia real sea modesta o desmesurada; de que los señores Blanco o Camps o Costa sean inocentes o culpables; de que los sueldos de diputados, senadores, presidentes autonómicos, alcaldes, concejales y demás cargos políticos sean o no elevados.
Independientemente de todo lo que se quiera, de las exigencias de los empresarios, de los copagos que se están aplicando o se pretende aplicar, de los recortes de toda clase que se anuncian, de las severas advertencias que se nos hacen acerca de lo difíciles que van a ser los tiempos que se avecinan ahí está ese salario mínimo congelado que, comparado con las cantidades que se manejan en aquello que se quiera de lo ya citado, resulta ridículo en su cuantía; en la del salario y en el ahorro que esta congelación pueda suponer. Eso sí que es el chocolate del loro.
Pero hay algo peor, que es cuando se comparan todos esos salarios o asignaciones de nuestros dirigentes y gobernantes con los de otros países "de nuestro entorno". Porque nunca, cuando se recurre a ese manido argumento, se comparan los salarios de los sufridos ciudadanos españoles con los esos países a los que se alude solo cuando interesa.
Ya puede el Rey urgir a restituir la confianza en las instituciones; buena falta hace.