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Yo sumiso

Rafael Tabarés Seisdedos

Hay puertas que nunca deberían permanecer cerradas. La memoria es una de ellas porque nos permite alcanzar la verdad. En condiciones de olvido o desmemoria somos capaces de dibujar metáforas terribles, omnívoras. En septiembre de 1939, los nazis comenzaron la invasión de Polonia con el propósito de explotar y conquistar a otros europeos. Las fábricas, minas, granjas, los obreros manuales e ingenieros de los países ocupados fueron puestos al servicio del Reich. Pero, en contraste con los europeos del este, los nazis trataron a los europeos del oeste con cierta deferencia y estos hicieron relativamente poco por oponerse a los esfuerzos bélicos alemanes. Tony Judt en su obra maestra Postguerra documenta que los nazis administraron a 35 millones de franceses con tan solo 1.500 de los suyos. Lo mismo ocurrió en Noruega y los países del Benelux. La mayoría de la población de estos países ocupados de Europa occidental fue sometida, una cantidad importante colaboraron y muy pocos integraron la resistencia armada. La IIª Guerra Mundial no solo fue una guerra cuasiuniversal que afectó a millones de civiles y soldados, provocada por una visión totalitaria y exterminadora de los invasores, además supuso una degradación extrema de los hombres y mujeres de los países ocupados.

La explotación y humillación provocadas por los nazis es un ejemplo de sumisión por la violencia, pero hay otros como la sumisión al poder por la necesidad, la seducción y el sentimiento de culpa. La fuerza de la necesidad se fundamenta en mostrar que el mundo está regido por un orden determinado (mecanicista, divino, da lo mismo), de modo que, consecuentemente, se deja de preguntar porque se piensa y se hace lo que toca en asuntos económicos, lo políticamente conveniente y lo necesario a nivel social. El juego de la necesidad lo está practicando un envejecido Obama cuando niega a los palestinos el derecho a formar un Estado de pleno derecho y lo ha dejado de ejecutar Zapatero para ser sustituido por un ferviente servidor de la necesidad como Rajoy. Sin embargo, el primer Zapatero es un ejemplo de plantar cara a la fascinación por la necesidad (recuérdese la salida de las tropas españolas de Irak o la profundización en los derechos civiles). Lo que atrae y seduce a muchos a cruzar a la orilla populista es la omnipresencia y camaradería de los poderosos (veo y escucho más a la presidenta que a mi propia madre; habla sin pelos en la lengua) que distraen de la búsqueda de la verdad. Barberá, Aguirre y Bono son excelentes intérpretes de esta estrategia de acatamiento por seducción.

En el caso de muchos individuos que forman parte de la supuesta élite funcionarial, el sometimiento no se consigue por narraciones de seducción primaria, sino mediante el dañino sentimiento de culpa que el sistema y sus guardianes producen en ellos. Este sentimiento se sostiene en la certeza de que nadie está libre de culpa, de pecado. Todos tenemos cosas reales ocultas (incluso mentiras como en la acusación a Josef K. en El proceso de Franz Kafka) que pueden ser reveladas por los flujos comunicativos que nos atraviesan en esta sociedad empapada de la cultura del rumor. El resultado es la complicidad con la parálisis, la mudez. La renuncia a la ciudadanía por la culpabilidad de ser justamente humanos.

Esperemos que algún día, la luz deslumbrante de la evidencia nos revele el verdadero significado de estas historias y tengamos la vergüenza, el pundonor de hablar de las insuficiencias, de las injusticias que rigen nuestro entorno-mundo (desde el clientelismo al que se condena quien aprueba fraudulentamente unas oposiciones autonómicas a especialista de departamento, hasta la tiranía del mercado internacional del grano, que deja en hambruna a millones de seres humanos). Mientras llega ese momento, la memoria de la sumisión nos requiere, nos emplaza a asumir que somos miembros obedientes del sistema, a pesar de ser sus víctimas.

Rafael Tabarés es catedrático de Psiquiatría de la Universitat de València e Investigador del Centro de Investigación Biomédica en Red para la Salud Mental (CIBERSAM).

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