Bienvenido mr. Wert
Anticipo, para no confundir con el título, no pedimos dinero, pero queremos un plan.
Vaya por delante mi cercanía al cine español. Mis tesis son reflejo de lo que represento, y deberán pasar por el tamiz del interés general, cuyos guardianes son quienes legislan y nos gobiernan.
Confluyen tres circunstancias sin precedentes: crisis económica desconocida en su hondura y en su final, cambio de Gobierno y unos resultados que no aceptamos como suficientes para nuestro cine -hoy sabemos que nuestra cuota de mercado a esta fecha es del 15,3%, tres puntos por encima de hace un año y 10 por debajo de nuestro primer objetivo-.
El ministro, en su primera comparecencia ante las gentes de la cultura, dejó claro que no serán intervencionistas, a la vez que reconoció que el mundo de la producción y creación cultural depende más que otros del marco regulatorio.
Quienes participamos en las industrias culturales estamos obligados a un ejercicio de autocrítica
Formamos parte de una unión, la Europea, que ha alcanzado un equilibrio inestable entre la excepción cultural -gran herramienta para preservar identidades- y la vigilancia de la libre competencia y circulación entre los Estados miembro. Sería ingenuo y quizás necio prescindir de medidas incentivadoras para el desarrollo de las iniciativas propias y para que estas no sólo anclen en sus territorios sino que nazcan con la ambición de ocupar lugares ajenos.
En los últimos años la competencia fiscal entre los Estados de la Unión Europea viene motivada más por razones económicas que culturales. La movilidad de las Industrias Culturales y, en particular, la del cine, responde a la normativa de cada país y a la atracción que esta provoca.
El cine italiano es menos variado que el español; sin embargo las cifras de este año suponen una complicidad con su público que nos hace sonrojar a quienes pensamos tener mejores historias. También podríamos hablar del alemán, británico o francés.
Para construir un nuevo modelo cuyos resultados mejoren la aceptación de nuestro público, me atrevo a adelantar una serie de principios:
1. Por más que se emplee nunca será justa la frase "hagan buenas películas y ya verán como tienen éxito". Ni aquí ni en ningún lugar del mundo habrá éxitos sin las condiciones necesarias para producirlas.
2. La experiencia europea nos demuestra que las fórmulas exitosas de sus cinematografías se corresponden con una acertada combinación de ayudas directas y fiscalidad aplicada.
3. Tan importante como la producción es la distribución y, dentro de esta última, la participación de las televisiones en la obra nueva -la más importante ventana de explotación- y la de las distribuidoras de cine y otros formatos, terreno perdido por empresas nacionales y copado por aquellas que importan material de la primera potencia cinematográfica mundial.
4. La desgravación fiscal deberá ir sustituyendo, progresivamente, a la ayuda directa, atrayendo capitales de inversores ajenos a la industria y con rentabilidades similares a países de nuestro entorno. Los tipos actuales no sirven.
5. En la protección de la propiedad intelectual, fundamento de la creación cultural, comparto las palabras que pronunció el martes el Ministro.
6. La industria cinematográfica española no puede perder el tren de la digitalización y sumarse, como último vagón, a quien venga de fuera. Tenemos contenidos y tecnología innovadora para liderar las plataformas.
7. La creación cinematográfica sería muy pobre coartando la libertad "autoral" y la diversidad. Aun así lo inteligente sería observar el tamaño del mercado y aunar esfuerzo entre diferentes territorios para conseguir audiencias superiores a quienes representan culturas muy locales en el mundo globalizado al que nos dirigimos.
8. Quienes participamos en las industrias culturales y en este caso en el cine, estamos obligados a un ejercicio de autocrítica y a la vez de reafirmación para recuperar un espectador que teníamos y que en parte hemos perdido y, ante una buena obra, proclama el orgullo de la cercanía y se alegra de conquistar voluntades muy lejanas y dispares a las propias.
Nuevos tiempos. Nuevos responsables. Un mercado que nos ha sobrepasado en sus exigencias y que siempre alguien colmará. El reto es nuestro, y probablemente nuestra penúltima oportunidad.
La historia del cine español merece un marco regulatorio para crecer como sabe. Partiendo de lo conseguido. Adaptándolo a lo que demanda el mercado y a la inexcusable labor de los responsables públicos de preservar nuestra cultura, difundirla y trasmitirla a las siguientes generaciones.
Pedro Pérez es presidente de la FAPAE, la asociación de los productores.
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