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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Ejemplaridad real

Al Monarca le preocupa la desconfianza que se extiende sobre algunas instituciones

El tradicional mensaje navideño del Rey a los españoles había producido este año una expectación generalizada, y no solo en los círculos políticos. Se esperaba que don Juan Carlos hiciera alguna referencia, aunque fuera indirecta y genérica, al problema creado en la familia real por Iñaki Urdangarin, marido de la infanta Cristina. La Casa del Rey había calificado públicamente de "no ejemplar" la conducta de Urdangarin por sus negocios privados al amparo del Instituto Nóos, que presidió hasta mediados de 2006.

El Rey dedicó la parte central de su discurso al escándalo de su yerno, al que no citó expresamente. El Monarca admitió la enorme preocupación que siente por la desconfianza surgida en sectores de la opinión pública sobre la credibilidad y prestigio de la Corona, y reivindicó la ley y la justicia para resolver las conductas irregulares.

Si bien la Corona sigue contando con el afecto mayoritario de los españoles, episodios como el protagonizado por el marido de la infanta Cristina es de los que contribuyen a que haya perdido puntos en su valoración por la ciudadanía en los últimos tiempos.

El Rey habla de la necesidad del "rigor, seriedad y ejemplaridad entre quienes representan las instituciones" y de la inexorable exigencia en un Estado de derecho de que "cualquier actuación censurable deberá ser juzgada y sancionada con respecto a la ley". Es resaltable en ese contexto su afirmación, aunque obvia, de que "la justicia es igual para todos".

En relación con la conducta "no ejemplar" de Iñaki Urdangarin, que ha puesto en una situación incómoda y comprometida a la Casa del Rey y dañado la imagen de la Corona, la censura pública de su conducta y el compromiso de una mayor transparencia en la gestión de los dineros públicos que el Rey y su familia reciben de los Presupuestos del Estado, constituye una reacción valiente, no habitual en otras instituciones del Estado. Esa censura pública a la conducta de Urdangarin no ha vulnerado su derecho a la presunción de inocencia. La familia real es una familia institucionalizada, sometida a determinadas reglas de comportamiento, y cualquiera de sus miembros que las vulnere comete actos "no ejemplares" al margen de la calificación jurídica que merezcan. Lo que hay que exigir a la justicia es que determine cuanto antes los cargos que tiene contra Urdangarin, pues la demora actual favorece juicios prematuros difícilmente compatibles con el derecho a que no se le considere culpable mientras no sea juzgado.

Es natural, y también una muestra de "la sinceridad y realismo" con la que don Juan Carlos dice que quiere hablar a los españoles, que su mensaje se centre en buena medida en la crisis financiera y económica, en las graves consecuencias que sigue teniendo en la economía familiar y en la pérdida de trabajo por parte de casi cinco millones de españoles. Desgraciadamente, ese tema es recurrente en este tipo de discursos desde 2008. En el de este año, el Rey reconoce sin ambages "la naturaleza global" de la crisis y la necesidad de afrontarla en el marco de la Unión Europea.

Hay que resaltar, por otro lado, el compromiso que asume don Juan Carlos, como titular de la Corona, de que la institución seguirá actuando en favor de "una convivencia integradora" en el nuevo escenario creado por la llegada del PP al Gobierno tras las últimas elecciones generales. El terrorismo aparece una vez más en el mensaje navideño, pero en esta ocasión, después del cese definitivo de la violencia decidido por ETA, no es para lamentar y condenar atentados, sino para decirles a los terroristas que "es tiempo de que entreguen sus armas asesinas" y para rendir un continuado y merecido homenaje a sus víctimas.

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