Treinta y dos navidades con la misma melodía
En 1979 alguien montó un 'show' para llevar gente a un gran almacén. Hoy Cortylandia es un hito que atrae a miles de turistas y perturba la paz de las monjas
En una discreta caseta de obra se esconde el hombre que enciende la Navidad. No tiene barbas blancas, sino melena de viejo rockero y cada día le da hasta 10 veces al botón de Cortylandia. Uno esperaría que apretase un enorme botón rojo con forma de seta, o algo, pero lo que aprieta Roberto Bressó, el técnico de luces, es un símbolo de play en una pantalla de ordenador. Su gesto, a las horas en punto, lanza los impulsos eléctricos que accionan los pistones que mueven a los monigotes y arranca el famoso audio: "Cortylandia, Cortylandia, vamos todos a cantar / alegría en estas fiestas porque ya es Navidad". El botón también dispara un "¡Aaahhh!", largo y contenido, entre los niños (y los no tanto) que hay afuera. Roberto se señala la oreja y luego al público que apenas atisba por un ventanuco: "Ahí los tienes, nunca falla, no se cansan".
Efectivamente: la gente no se cansa de Cortylandia. Lleva ocurriendo desde 1979 y un festivo por la tarde puede convocar a más de 3.000 personas en la fachada trasera de El Corte Inglés de Preciados. Un trozo de la calle del Maestro Victoria que todo madrileño conoce metonímicamente (contenido por continente) como Cortylandia. Incluso el grupo del 15-M que allí se reúne se llama Asamblea de Madrid-Cortylandia.
"Cuando se amplió el edificio, la parte trasera era poco transitada, así que decidimos hacer algo para atraer al público", recuerda el director de El Corte Inglés de Preciados Pedro Mellizo. "Sabíamos que estábamos haciendo algo bonito, pero no que se convertiría en un hito navideño".
Hoy Cortylandia aparece en las guías turísticas de Madrid, pero el primer montaje consistía en una simple locomotora de vapor a pie de calle. Completaba el montaje un maniquí vestido de jefe de estación que levantaba un brazo. Este año, el retablo tiene seis pisos de alto y una veintena de figuras animadas. Pesa 20.000 kilos y escupe una banda sonora de cinco temas (obra del compositor Álvaro Nieto). "Año a año los montajes fueron creciendo", dice el directivo. "El punto de inflexión, el que todo el mundo recuerda por su grandiosidad, fue Gulliver", añade, aportando una fotografía de 1985 con la calle totalmente colapsada de liliputienses madrileños bajo los pies del gigante.
David González, de 32 años, fue uno de los niños ochenteros que lo vieron a hombros de sus padres y ha traído a su hija Emma, de 10 meses, desde Talavera de la Reina. Su "excursión rural navideña", como la llama con sorna, incluye Sol, plaza Mayor, compra de lotería y "por supuesto" Cortylandia. "Me hace más ilusión a mí que a ella", dice, "hace 15 años que no venía y lo recordaba más grande".
En el centro comercial de Arroyo Sur (Leganés), una exposición recorre la evolución de los 32 cortylandias. De El Arca de Noé a Don Quijote, de El Descubrimiento a El Señor de los Anillos. Vitrinas con las maquetas originales creadas por el departamento de Artística de El Corte Inglés (ahora Creatividad). Los escaparatistas y decoradores de las tiendas son quienes, cada año, diseñan el asunto. Empiezan nada más desmontar el anterior, en enero, como los falleros (de hecho, algún año les han encargado los monigotes a ellos). "Hay unas 100 personas de la casa implicadas en el proceso", dice Mellizo, "se necesitan 30 solo para montarlo, con un mes de anticipación".
El ensamblaje requiere permisos municipales, para ocupar la calle o para superar el volumen de decibelios permitidos. "Algunos vecinos se han quejado del ruido, pero la mayoría de los edificios colindantes son comerciales", dice Mellizo. En la tienda de disfraces Maty la encargada dice que el problema no es tanto el ruido como las aglomeraciones que bloquean las puertas. La insistente melodía sí molesta a las monjas del monasterio de las Descalzas Reales. "Interrumpe sus rezos", dice el portero que vive en el edificio. "Se escucha en el patio y eso que este año han bajado el volumen; eso sí, a mis hijos les encanta". "La musiquita te taladra la cabeza, es imposible cruzar la calle con tanta gente y los carteristas hacen su agosto", opina Juan Carlos Canales, guía del monasterio. "No veo normal que el Ayuntamiento lo permita, un día va a pasar algo". "Nunca ha habido el más mínimo problema", repiten en El Corte Inglés, cuyo retablo supervisa un arquitecto.
"Comercialmente es una bendición", dice Óscar Calero, director de la Casa del Libro. "Medio millón de personas pasa por nuestros escaparates en 20 días". "Pero también nos cierran la calle durante el mes de montaje, la gente bloquea las puertas, nos usa de meódromo y sueltan a los niños dentro...". Cuando se reformó la tienda hace cinco años, la obra se hizo con Cortylandia en mente: se creó una salida de emergencia alejada de las masas y se cegaron con estanterías las ventanas del primer piso ("la gente se colaba para ver el show calentitos").
No a todo el mundo le gusta Cortylandia. Hace unos años un grupo antisistema repartió CD entre el público con el mensaje "Cortylandia es napalm" escondido en un villancico que desvelaba quienes son los Reyes y animaba a los niños a huir del consumismo. Pero por cada grupo de Facebook tipo "Yo también odio Cortylandia" o "Harto de dar la vuelta a Madrid para evitar Cortylandia", hay otros titulados "Yo no me salto ningún Cortylandia" o "A mi edad, y aún me sigue haciendo ilusión ir a ver Cortylandia".
El Corte Inglés tiene atracciones más llamativas y más modernas, pero ninguna con el tirón de la original. En Castellana la marca ha montado una pantalla de leds gigante. ¿Podría el retablo de Preciados convertirse en algo parecido? "El Cortylandia original siempre tendrá muñecos que se mueven, es parte de la tradición", dice Mellizo. El kitsch está a salvo.
20.000 kilos de Navidad
- Cortylandia se celebró por primera vez en 1979 y consistía en una locomotora de vapor a pie de calle.
- El montaje de este año pesa unos 20.000 kilos.
- Los días de mucho público, más de 3.000 personas se pueden agolpar en la calle Maestro Victoria.
- Aunque ha tenido distintas bandas sonoras, el estribillo "Cortylandia, Cortylandia, vamos todos a cantar" siempre ha formado parte del show.
- En general, los pases, que se celebran cada hora (de 11.00 a 14.00 y de 18.00 a 21.30), duran 16 minutos.
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