Pelucas, calamares y colas de cuatro horas
"Venimos cada año por ver el ambientillo, más que nada", dicen las hermanas Tere y Sagra García Tarjuelo, de Toledo. En su recorrido navideño-madrileño no falta el bocadillo de calamares, la Plaza Mayor, Sol y Cortylandia. "Hay que verlo todo, es un poco la tontería, pero si no, la Navidad no parece Navidad", zanjan. Como muchos otros visitantes, entre la cola del aparcamiento y las aglomeraciones que se suelen montar en estos populares hitos navideños, es probable que pasen gran parte del día atascadas o haciendo cola. Pero quizás eso también forma parte de la tradición festiva en Madrid.
Cada mes de diciembre una avalancha de visitantes se acerca a la capital. Exactamente 663.700 viajeros en 2010, lo que supuso un crecimiento del 8,2% respecto al año anterior (2,6 puntos superior al del conjunto de España, del 5,6%). Para las cifras de este año habrá que esperar a enero del que viene, pero en el Ayuntamiento esperan superarse de nuevo.
De la cabalgata de Reyes a las pelucas chillonas de la Plaza Mayor, los top navideños tienen algo en común: el gentío que convocan. El pasado puente de la Inmaculada en Sol parecía el 15-M. Solo por el Corte Inglés de Preciados pasaron ese jueves 8 de diciembre 125.000 personas. Como si los habitantes de Ibiza (la isla, no la ciudad) hubiesen decidido ir a mirar regalos al mismo sitio, el mismo día. En Doña Manolita, las colas para comprar el Gordo han llegado a las cuatro horas, y en el belén de Cibeles hay que tener la paciencia de un santo para ver al niño. La misma que que se necesita para tomar chocolate con churros en San Ginés por Año Nuevo.
Y sin embargo, aunque hay otras administraciones de lotería, otras churrerías y otros belenes mucho menos concurridos, y pese a que la mayoría ya hemos hecho estas cosas otras veces (y un belén no cambia mucho de año a año), turistas y madrileños seguimos cumpliendo las tradiciones. Algunas muy antiguas, como la fe en la suerte de Doña Manolita, que inauguró su negocio en 1904. O el mercadillo de la Plaza Mayor que empezó a mediados del XIX, vendiendo pollos y pavos vivos para la cena de Nochebuena. Los puestos no aparecieron hasta que acabó la guerra y los gorros absurdos mucho más tarde, incluso después que Pepe Isbert perdiese al pobre ¡Cheeencho!
Maratón de tópicos navideños
- 9.00. Churros en San Ginés.
- 11.00. Ver el belén de Cibeles.
- 12.30. Lotería en Doña Manolita.
- 15.30. Bocata de calamares.
- 17.00. De escaparates por Preciados.
- 18.00. Encendido, ¡oh!, de las luces.
- 19.00. Paseo con peluca estridente por la plaza Mayor.
- 21.00. Acabar en Sol, bajo el árbol
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