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Columna
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La cuadratura del círculo

En el debate de investidura celebrado en el Congreso, Mariano Rajoy volvió a poner de manifiesto su principal afición política, consistente en intentar una y otra vez la cuadratura del círculo. No es la primera vez que lo hace. En el debate televisivo cara a cara mantenido con Zapatero en las elecciones generales de 2008, Rajoy denunció con dureza tanto la ocultación que el Gobierno hacía de la crisis económica que amenazaba a España como la política de despilfarro que el Ejecutivo socialista desarrollaba ante tan delicada situación. Pero a continuación, y sin solución de continuidad, propuso crear dos millones de puestos de trabajo netos, 300.000 nuevas plazas de guardería y rebajar los impuestos. Toda una exhibición de rigor político.

El PSOE ha sido incapaz de confrontarse con las líneas maestras del proyecto conservador

En el debate que ayer terminó con la investidura de Rajoy como presidente del Gobierno, el líder conservador volvió a las andadas. Su prioridad absoluta consiste, según sus propias palabras, en la reducción del déficit en una cantidad que oscila entre los 16.500 y los 25.000 millones de euros, según las cifras con las que se cierre el actual ejercicio presupuestario. Y tal objetivo pretende conseguirlo exclusivamente por la vía de los recortes en todos los ámbitos excepto las pensiones y renunciando explícitamente a incrementar los ingresos del Estado. Nada de impuestos de patrimonio o de sucesiones. Ni oír hablar del impuesto a las rentas más altas y ni una sola palabra de cómo combatir el insoportable fraude fiscal existente en nuestro país ¿Cómo compatibilizar los regalos fiscales anunciados por Rajoy, la renuncia a incrementar los ingresos públicos, el recorte de las inversiones o el debilitamiento de los servicios públicos con la declaración altisonante del nuevo presidente cuando afirma: "Me propongo dedicar todas las energías de la nación a detener la sangría del paro"?. Lo dicho, la cuadratura del círculo.

El otro pilar del proyecto Rajoy lo conforman las llamadas reformas estructurales, especialmente la financiera y la laboral. Sobre la primera nada aclaró el ya presidente del Gobierno y en la segunda tenemos que remitirnos a posicionamientos del PP y del propio Rajoy anteriores al debate de investidura. Por lo que se refiere a la reforma laboral, Rajoy sigue suponiendo, en sintonía con los concretos intereses petronales, que el mayor paro registrado en España en relación con la UE obedece a nuestro mercado laboral y no a nuestro sistema productivo. Como muy bien le recordó el portavoz de ICV, Joan Coscubiela, con este mercado laboral hemos estado cerca del pleno empleo y con estas mismas leyes laborales los niveles de desempleo son muy dispares en las distintas comunidades autónomas. En resumen, como la experiencia demuestra, las propuestas de Rajoy, además de injustas, son ineficaces y con ellas no será posible reactivar nuestra economía para crecer y crear empleo.

Ahora bien, lo más preocupante del debate -la intervención de Rajoy era previsible- fue la incapacidad del portavoz del PSOE para confrontarse con las líneas maestras del proyecto conservador y de ofrecer alternativas a dicho proyecto. Hasta tal punto la situación del PSOE es grave que, por primera vez en este tipo de debates, la confrontación entre el presidente del Gobierno y el líder de la oposición no ocupó el centro de la controversia parlamentaria. Se redujo a un intercambio florentino que Rajoy pudo despachar con una simple faena de aliño. Todo ello es la consecuencia de la delicada situación en la que se encuentra el PSOE después de la debacle electoral y a la falta de credibilidad de los actuales dirigentes socialistas que desde el Gobierno aplicaron políticas similares a las que ahora anuncia Rajoy más cargadas de bombo. Cada día que pasa es más evidente el profundo error cometido por Zapatero y su equipo cuando el 10 de mayo de 2010 asumieron las imposiciones de los mercados (pensiones, salario de los empleados públicos, reforma laboral y constitucional) todas ellas contradictorias tanto con su programa electoral como con su tradición política, en vez de haber convocado elecciones generales. Es posible que las hubiese perdido, pero el PSOE hubiese mantenido la coherencia política que le habría capacitado para ejercer una potente oposición al PP y configurarse de nuevo como una alternativa de Gobierno a corto plazo. Y por eso el partido socialista, pese a las resistencias que ejercen aquellos que pretenden una solución continuista, se verá obligado a realizar una profunda refundación que afectará a su proyecto político y a su núcleo dirigente.

Desde Galicia estamos a la espera de cómo se va a posicionar el PSdeG en este delicado proceso por el que atraviesa el socialismo español. También esperamos la posición de Feijóo ante los anuncios hechos por Rajoy, que van a afectar de forma muy notable a la economía gallega, a los servicios públicos y a nuestras infraestructuras. Pronto conoceremos las reacciones de ambos.

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