"Hay víctimas que ejercen de cuidadoras de su agresor"
El sistema sanitario es la mejor vía de detección de los casos de violencia de género que no llegan a los juzgados en forma de denuncia, pero que esconden a menudo años y años de agresiones tanto físicas como psicológicas. "Hay perfiles de mujeres con las que un médico parece que no se entera de nada; se hacen pruebas, van mucho al médico... pero no se logra un diagnóstico", explica Leonor Aurrekoetxea, vizcaína de 55 años, una médico de cabecera que trabaja en el centro de salud de Santutxu, en Bilbao.
Aurrekoetxea reconoce que asistió a su primer curso de violencia contra la mujer al que asistió, en Madrid, con ciertos recelos y escaso conocimiento del tema. Allí le abrieron los ojos. "Era una situación que no había vivido de cerca, pero me di cuenta de que estas mujeres están etiquetadas de otra manera", reconoce. Emakunde avisó en 2009 de que la sanidad vasca era únicamente "reactiva" ante la violencia conyugal y señaló la necesidad de trabajar en prevención. Precisamente en esta tarea actúan profesionales como Aurrekoetxea, formando a sanitarios con el objetivo de que para 2013 todos los centros de salud tengan un sanitario de referencia para situaciones de sospecha de maltrato. Hasta ahora, en el programa conocido como Zaindu ya se han formado 200.
"Al principio yo no entendía cómo una mujer seguía allí, junto a su agresor"
El difícil diagnóstico y la compleja realidad de las mujeres inmersas en el ciclo de la violencia hace que no sea "un diagnóstico con tratamiento fácil", lo que genera "cierta frustración y resistencia" entre los profesionales sanitarios, según reconoce esta médico, aunque una vez que la maltratada reconoce su problema al médico "se establece un vínculo fuerte y la actitud hacia el profesional sanitario mejora". Y es que, en muchos casos, "tampoco tienen muchas opciones para contar lo que les pasa".
Las luces de alarma se encienden cuando la mujer tapa intencionadamente sus brazos en la consulta, tiene marcas defensivas o su pareja tiene especial interés en entrar con ella a la consulta, entre otras señales. Muchas desaparecen durante un tiempo cuando se dan cuenta de que el médico sospecha de su situación. También los pediatras detectan casos por el comportamiento de los hijos de las maltratadas.
Entender cuestiones como el ciclo de la violencia en el que se hallan inmersas las víctimas es indispensable: "Al principio yo no entendía cómo una mujer seguía allí, junto a su agresor", explica. "Ahora sé que después de una agresión hay un arrepentimiento inmediato, una etapa en la que todo va bien, la relación parece perfecta y la mujer siente culpa porque cree que el error está en ella".
La mayoría de los casos con los que esta médico se ha encontrado eran víctimas en las que había un "aguante de la violencia durante muchos años". Las maltratadas de edad más avanzada suelen realizar una "ocultación cómplice: asumen ellas la culpa de lo que está pasando y ejercen de cuidadoras de su agresor". Para ellas, la receta es impulsar su autocuidado o incentivarlas a que realicen actividades en las que él no esté presente. En las situaciones de riesgo -una de ellas es la etapa después del parto de una maltratada porque el agresor "entra en crisis, es celoso"-, los médicos dan otros consejos, como tener preparadas vías de escape. "Desde las consultas siempre se puede hacer algo", concluye Aurrekoetxea.
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