Surrealismo
Todos aquellos que escupíamos inútilmente al cielo en aquel puente de la Constitución que en principio nos iba a donar sosiego y felicidad añorábamos la ley de Lynch, celebrábamos el glorioso invento de monsieur Guillotin y sus selectivas aplicaciones, confiábamos en que aquel señor que sentía debilidad por hacer trapicheos en las gasolineras descargara la furia de la ley contra los piratas del aire enviándoles una larga temporada al trullo y confiscando las fortunas que habían ganado con el sudor de sus horas extras, descubrimos con el tiempo lo de siempre. O sea, que nunca pasa nada. También que los aviadores sin tacha preparan otra huelga para la dulce Navidad. Porque ellos son como Espartaco, porque a lo peor les exigen pasar más tiempo en el insano cielo, porque son muy machos.
Lo anterior entra dentro de una lógica ancestral, nos han acostumbrado a los viajeros que hemos pagado inexistentes vuelos a sentirnos como una mierda cada vez que les sale de sus sabios genitales. Pero da igual. Gemimos y esperamos con resignación la próxima fechoría. A ninguna de las víctimas nos ha dado por empezar a quemar aeropuertos. Damos asco. Nos lo merecemos.
No sé si existen lazos sanguíneos, o solo ideológicos, o solo solidarios, entre pilotos y controladores, pero los primeros parecen realistas, mientras que los segundos poseen una vena surrealista. Solo desde ese estado se puede entender algo tan gracioso y transgresor como que hayan presentado una querella criminal contra AENA por haber atentado contra su honor cuando les militarizaron. Mi única duda estriba en no saber qué significa exactamente eso tan solemne del honor. Pero está claro que los forajidos poseen toneladas y que no quieren socializarlo, ni siquiera que les roben una pizca.
Hay más homenajes al surrealismo en esta semana llena de domingos, saturada de tardes, según la portentosa columna de Millás. Que subversivos funcionarios estatales le concedieran una pensión de viudedad al astuto Llorenç Morell después de haber despachado a su señora con 10 puñaladas. Como los antiguos diputados electos de Batasuna. Imagino que cobraban su sueldo después de cada asesinato de ETA.
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