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Columna
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Los que más tienen

Las fuerzas progresistas deben asistir tranquilas al reinado de Rajoy: Mariano subirá los impuestos. Y lo hará como se hace siempre en política: subiéndolos a "los que más tienen" y a "los que más ganan". Es decir, subiendo el IVA en el consumo, el IRPF de las rentas del trabajo y los impuestos especiales. "Los que más tienen" y "los que más ganan" deben de estar temblando, seguramente.

Dijo Jules Renard: "Queremos el colectivismo para el castillo de enfrente, no para nuestra pequeña casa de campo. La situamos en una zona neutral". Vamos, que ricos son exactamente los que tienen más que nosotros. Nosotros somos la medida exacta del éxito al que puede aspirar una persona decente: a partir de ahí, el dinero es un exceso que sólo se explica a través del robo o la estafa. La política se vale de estos deshonrosos resortes para promover la envidia. Es la envidia insana la que respalda emocionalmente las subidas de impuestos. Lo grotesco es que las subidas, al final, se aplican no sobre los envidiados, sino sobre los envidiosos. Y está bien que el estado castigue, aun sin querer, la envidia, pero no estaría mal que abordara otros pecado capitales.

Siempre he pensado que los ricos, los auténticos ricos, asisten a todo esto con una pizca de piedad. Ellos leen la prensa salmón en los salones del club, reconfortados por no tener nada a su nombre. Tener cosas a tu nombre es una ordinariez pequeñoburguesa, que el estado social se encarga de castigar. En el estado del bienestar, todo propietario es un pardillo. Los ricos hace tiempo que dejaron esa fea costumbre. Ellos participan en sociedades, fundaciones, patrimonios, entes abstractos. Es otro estilo.

Cuando se habla de subir impuestos siempre se alude a "los que más tienen" y "los que más ganan". Pero me pregunto si entre las previsiones de los políticos también hay algo preparado para "los que más trabajan". Realmente nunca he oído nada sobre ellos. Hablan mucho de "los que más tienen" y "los que más ganan". De hecho, suelen confundirlos, en un discurso de tres horas o un corte de diez segundos, como si pensaran que son los mismos (cuando no siempre es así). Pero no dicen ni pío sobre "los que más trabajan". ¿Qué pasa con ellos? ¿No se aplica ya un ejemplar tipo progresivo, que penaliza vicio tan nefando? Aventurar la hipótesis de que unos trabajen más que otros es una herejía reaccionaria, pero me atrevo a sospechar que no es descartable que semejante fenómeno pueda ocurrir, quizás, a lo mejor, de alguna forma, quién sabe dónde.

Dijo Santiago Russinyol: "El juego cumple una alta función moral: arruina a los imbéciles", pero no podemos esperar que el juego rectifique, por sí solo, todos los disparates y quebrantos de una política fiscal avanzada. Los que juegan con su propio dinero son imbéciles, los que juegan con el dinero de los demás tienen más suerte: parece que son generosos.

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