Entre la sensibilidad y la rudeza
La banda sevillana Maga mira hacia su entorno en el disco 'Satie contra Godzilla'
Dos polos que pugnan. Por una parte, la delicadeza y el lirismo; por la otra, la potencia y la crudeza. El grupo sevillano Maga acaba de publicar su último disco, Satie contra Godzilla (Mushroom Pillow). El título es toda una declaración de intenciones en la que conviven la finura del compositor francés Erik Satie con la intensidad brutal del monstruo japonés Godzilla. Maga comenzó su carrera en 2001 y este es su quinto disco. La banda, que toma su nombre del mítico personaje de Rayuela, la novela de Julio Cortázar, está compuesta por Miguel Rivera (guitarra y voz), Javier Vega (bajo), Pablo Cabra (batería) y César Díaz (teclista y guitarra).
"Satie contra Godzilla es un disco con una energía inusitada en Maga. Es un disco crudo, como si lo hubiéramos grabado directamente en el local de ensayo. Está repleto de guitarras distorsionadas, de bajo y batería muy poderosos, tremendos, brutales... Todos los instrumentos están presentes al máximo", afirma Rivera. "Hasta la fecha las letras de Maga eran más introspectivas. Hablábamos más de nuestro mundo interior. En este disco el referente es el entorno. Somos nosotros pero más atentos a lo que pasa a nuestro alrededor, que es lo que le pasa a cualquier ciudadano de a pie. En parte, hay muchísima decepción. Hay gente muy escéptica, con poca esperanza en el futuro. Pero nuestra visión del futuro no es pesimista ni este disco es derrotista. Es un puñetazo en la mesa de reafirmación de lo que Maga es y será", recalca Rivera. "El título Satie contra Godzilla aúna el espíritu del disco porque tiene una contraposición entre cierta sensibilidad que ha estado presente siempre en la música de Maga pero llevada de manera más ruda y más cruda de lo que hemos hecho hasta la fecha", añade Rivera.
"Nos influyen desde Frank Sinatra hasta Camarón", dice un miembro del grupo
¿Qué busca Maga con este álbum? La respuesta de Cabra es taxativa: "Hacer un buen disco y enseñárselo a la gente. Es un disco muy sincero. No hay ni un artificio". "Es el primer disco de la historia de Maga que lo hemos compuesto todos los miembros del grupo. Hemos trabajado desde cero en el local de ensayo codo con codo, improvisando y a partir de ahí desarrollando temas", precisa Rivera. Y Cabra añade: "Las letras del disco son muy existencialistas. Ahora nos ha salido un disco en el que hablamos de nuestro entorno. Queremos que la gente escuche el disco y saque sus propias conclusiones". "Es un disco natural e inmediato", puntualiza Díaz.
Muchos han situado al grupo en la órbita indie, algo que no hace demasiada gracia a los integrantes de la banda. "Lo indie en España tiene unas connotaciones determinadas. Es tratado como raro, como sin recursos.... Y nosotros no creemos en esa definición. En EE UU el indie es un abanico mucho más amplio", dice Cabra. "No nos adscribimos a ninguna tendencia. Tenemos un público muy variado. Maga no es indie. Es un grupo que hace música universal", asevera Rivera. "Nos influyen desde Frank Sinatra o grupos de black metal hasta Camarón o Triana", recalca Cabra.
El sonido del disco está condicionado por haberse grabado en los Estudios Ultramarinos de la Costa Brava con la colaboración de Santi García, dueño de los estudios, y Ramón Rodríguez, coproductor del álbum. "Esto nos ha ayudado a que el grupo sonara crudo y vivo, más desgarrado que otras veces", comenta Cabra. "Es un disco con mucha energía y potencia", añade Rivera.
Las canciones abundan en esa tendencia a mirar hacia el entorno del disco. Antorcha humana, Ver de otra manera, Hagamos cuentas, Frío, El ruido que me sigue siempre... "Hagamos cuentas es una canción personal, que a lo mejor tiene un aire de escepticismo o de cierta decepción de cosas vividas. Se plantea qué me queda de todo esto que he perdido en el camino, con qué me quedo de lo que he vivido hasta ahora para tirar hacia delante", dice Rivera. "El ruido que me sigue siempre es un ruido interior, que no te deja nunca estar tranquilo y desconectar del todo. Estaba leyendo Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño. Terminé el libro y estaba en un momento de paz. Me puse a reflexionar sobre lo difícil que es estar en mitad del desierto, donde no existe ruido, para alguien que siempre le está dando vueltas a la cabeza. Y de ahí salió la canción", concluye Vega.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.