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Columna
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Se acabaron las anomalías

Enric Company

En el eje político-ideológico derecha-izquierda, la mayoría ciudadana se desplazó en las elecciones del pasado día 20 hacia la derecha respecto a las anteriores legislativas, las de 2008. Ahora, las dos fuerzas de la derecha han sumado el 50,1% de los votos (29,4% de CiU, más 20,7% de PP), mientras que en 2008 se habían quedado entre las dos en el 37,3%. A la inversa, los tres partidos de la izquierda han retrocedido en conjunto en 2011 hasta el 42,8% de los votos (26,6% del PSC, 8,1% de ICV, 7,1% de ERC) desde el 58,1% que habían alcanzado en 2008 (con el 45,4% del PSC, el 4,9% de ICV y el 7,8% de ERC).

Este decidido decantamiento de la mayoría electoral hacia la derecha en Cataluña por primera vez en el actual periodo democrático no es estrictamente una novedad ni una excepción si se sitúa en un contexto más amplio. Una mayoría del mismo signo se había expresado en las urnas hace justamente un año en las elecciones autonómicas después de los 11 años de auge de las izquierdas iniciados cuando Pasqual Maragall lanzó su primera candidatura a la presidencia de la Generalitat. Las derechas sumaron el 50,7% de los votos en las elecciones de 2010 al Parlament, frente al 32,6% que recibieron los tres partidos de la izquierda. Como se ve, un porcentaje prácticamente idéntico al de la semana pasada. En cambio, en las elecciones municipales celebradas hace solo medio año, aquellas en las que la derecha logró una gran victoria al hacerse con la alcaldía de Barcelona y el gobierno de las cuatro diputaciones provinciales, hubo en conjunto más votos para los partidos de la izquierda, el 42,5% entre los tres, que para los dos de la derecha, que fue del 39,8%.

En contra de lo que dice Duran, en Cataluña las mayorías de izquierdas son más habituales que las de derechas

Se equivocaba, pues, el secretario general y primer candidato de CiU en las pasadas legislativas, Josep Antoni Duran Lleida, cuando calificaba de "anomalía" la ininterrumpida sucesión de victorias del PSC en las elecciones generales surgidas de las urnas desde 1977. Las estadísticas indican que, si acaso, la anomalía habrían sido las mayorías de derechas registradas en las elecciones autonómicas entre 1984 y 1996, porque en todas las demás citas a las urnas el voto popular había arrojado siempre en Cataluña mayorías de izquierdas tanto en las legislativas como en las municipales e incluso en las autonómicas de 1980 y las de 1999, 2003 y 2006. En estas últimas, las elecciones de 2006 al Parlamento catalán, la izquierda sumó el 54,7% de los votos, frente al 42,7% de las derechas.

En sentido estricto, es más anómalo que la derecha haya ganado las elecciones legislativas en Cataluña que lo contrario. Lo normal, habitual, era que las perdiera siempre. Pero, precisamente por ello, es más destacable este triunfo de la pareja CiU-PP y más comprensible la depresión en que ha quedado inmerso el partido socialista y, en general, la ciudadanía de izquierdas. El PSC se había acostumbrado a flotar encima de una mayoría social progresista gracias a la cual desde 1977 le tocaba ejercer la función de partido dirigente, con una nutrida representación en las instituciones locales y, según el turno, también en el Gobierno de España y en el de Cataluña. Ahora se encuentra con que esta mayoría se ha esfumado o, al menos, le ha vuelto la espalda y ha rechazado manifestarse en las urnas. Además del daño político, el choque psicológico es enorme y lo es más porque esta mayoría se ha dispersado hacia los cuatro puntos cardinales inmediatamente después de un periodo en el que los socialistas habían acumulado la mayor cota de poder en las instituciones desde 1977.

Esta es la razón por la que los socialistas hablan estos días de renovación de ideas, de proyecto y de organización, de reconstrucción de su partido, de cambio de dirigentes y de líderes, todo en términos bastante radicales y con aires de urgencia. Desde luego, les conviene tener una ajustada conciencia del momento que viven. Pero lo esencial de la nueva situación en Cataluña es que, más que nunca desde 1977, las derechas suman ahora el monopolio del poder institucional en los tres niveles de gobierno al poder económico que por propiedad les corresponde y a la hegemonía mediática de que disfrutan. Eso es probablemente lo que Duran Lleida quería decir: el poder corresponde a las derechas y lo demás son anomalías.

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