El líder mutante
Mourinho consigue que el Madrid cambie sistemáticamente de estilo de juego y de discurso
Decía Arrigo Sacchi que nunca había visto hacer a un entrenador lo que José Mourinho hizo con el Inter entre 2008 y 2010. Aquel equipo, observó el técnico italiano, tenía varias identidades. Como este Madrid, que tampoco se rige por un principio, sino por unos cuantos que, a su vez, se subordinan a diversas estrategias para diversos estilos, cada uno con su discurso, superando contradicciones e incoherencias con el único fin de la victoria. Dentro y fuera de la cancha. En la relación con los jugadores y en la política de comunicación. El derbi contra el Atlético (4-1) confirmó que Mourinho ha convertido al Madrid en un líder mutante.
El sábado, Mourinho y su ayudante, Rui Faria, se pasaron medio partido quejándose de la aspereza con la que se defendió el Atlético. Según las imágenes de Cuatro, gritaban: "¡Esto es fútbol! ¡No se pueden dar tantas patadas!". Después, en la conferencia de prensa, se mostró indignado: "Por suerte, hoy existen espinilleras de carbono y eso es una ayuda importante. Alguno de mis jugadores se ha ido un poquito cojo, pero las espinilleras han hecho bien su trabajo".
El portugués defendió el fútbol rudo, "de hombres", pero ya pide menos patadas
El técnico, que antes se apoyó en los lusos, se acerca ahora a los españoles
El discurso contrastó como el blanco y el negro con el argumento que el propio Mourinho emitió en el Camp Nou en agosto, tras la Supercopa, para justificar las duras entradas de sus jugadores: "Yo estoy educado en la filosofía del fútbol y el fútbol es para hombres, no para que te caigas al primer soplido".
En abril, el técnico impulsó una denuncia ante la UEFA para castigar las presuntas simulaciones de Alves y Busquets. El sábado aplaudió a Di María ignorando que en el derbi el argentino, reincidente, exageró un contacto con Diego para que el árbitro lo interpretara como una agresión.
La temporada pasada, el Madrid hizo una media de 14 faltas por encuentro. El sábado, el Atlético hizo 23. Tres menos que las infracciones del Madrid en la final de Copa, una de las obras cumbres de la planificación táctica del entrenador portugués, y medio de su único trofeo madridista.
Mourinho exhibe una flexibilidad poco común, tanto en sus alegatos públicos como en la ejecución del resto de sus competencias. Respecto al estilo de juego también ha sido capaz de dotar al equipo de una elasticidad singular, incluso contradictoria. El Madrid ha trabajado los partidos contra el Espanyol, el Betis, el Málaga o el Villarreal apoyándose en principios antagónicos a las ideas que han inspirado el juego contra el Valencia o el propio Atlético.
Los jugadores cuentan que, desde que comenzó a prestar más atención al grupo de los españoles -Xabi, Casillas, Arbeloa y Ramos-, Mourinho permitió que el equipo modificara su funcionamiento. A la ferocidad para hostigar al rival añadió una presión más alta y un juego más elaborado que hizo que se dispararan la posesión y los pases. Al menos, así lo permitió durante un tiempo. El suficiente para alterar la estadística: si el año pasado, a estas alturas del campeonato, el Madrid había tenido un 58% de posesión, ahora tiene un 63%. Si había dado 6.337 pases, ahora suma 7.529.
La semana antes de viajar a Mestalla, los jugadores recuerdan que el técnico dedicó los entrenamientos a hacer cosas completamente distintas de las que habían hecho el mes anterior. La idea fue presionar con la misma agresividad, pero unos metros más atrás, con tres mediocentros muy físicos y, sobre todo, elaborando menos las jugadas. De pronto, Mourinho sacó su viejo manual y comenzó a pedir a sus futbolistas que esperasen al rival y jugasen más en largo, saltándose las líneas y acabando las jugadas lo antes posible para evitar pérdidas en lugares sensibles al contragolpe ajeno. Frente al Atlético, mientras el adversario tuvo a sus 11 futbolistas, Xabi, Özil y Pepe procuraron evitar las combinaciones en corto para intentar otros métodos. Cambios de orientación, balones largos para que peinara Benzema o búsqueda de la segunda jugada fueron algunas de las vías de ataque rápido exploradas hasta la expulsión de Courtois.
Consultado por el juego asociativo que desplegó el Madrid contra el Málaga y el Villarreal, hace un mes, un jugador del Madrid respondió: "¿Que jugamos al toque? ¡Claro! Aquí hay jugadores técnicamente muy buenos y si queremos tener el balón lo vamos a tener sin necesidad de hacer mucho trabajo específico. Pero nos estamos atascando más de lo que parece. Con el tiempo dejaremos de tener esta dinámica".
Mourinho permitió algunas licencias mientras entendió que los rivales eran débiles. Pero se acerca el clásico del 10 de diciembre y se ha impuesto cambiar de táctica. Su elasticidad se advierte incluso en su relación con los jugadores. Los portugueses, a los que antes trataba con complicidad de amigos, reciben ahora menos afecto. Y, según dicen, más de uno anda preocupado.
La semana pasada, Mourinho tuvo un cruce verbal con Pepe. El hecho, según fuentes del Madrid, no fue grave, pero tampoco resultó irrelevante. El vestuario observa con atención el cambio de afinidades de su entrenador. Mientras tanto, entre contradicciones y elasticidades, Mou observa cómo se mantiene la tensión competitiva. Todos quieren jugar y casi todos tienen un gol que ofrecer. El Madrid es un equipo aguerrido que ha explotado su variedad rematadora: acumula 46 tantos. En la jornada 13ª de la pasada Liga llevaba 33.
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