Las monarquías del golfo Pérsico ofrecen más apoyo a Mohamed VI
Rabat suma éxitos a su política exterior al firmar un plan de ayuda quinquenal
Horas antes del arranque de las votaciones en Marruecos, el rey Mohamed VI recibía una nueva muestra del apoyo que le brindan las monarquías del golfo Pérsico. El soberano asistió en Rabat, junto al emir de Catar, jeque Bin Jalifa Al Thani; el príncipe heredero de Abu Dabi y el ministro de Finanzas de Kuwait, a la firma de un acuerdo para canalizar en los próximos años inversiones por valor de 2.000 millones de euros en el sector turístico marroquí, el que genera más empleos. El Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), que reagrupa a las seis monarquías petroleras, ofreció, en mayo, el ingreso a las dos monarquías árabes que se sitúan fuera de esa región: Jordania, que lo había solicitado, y Marruecos, que no lo había pedido. Rabat agradeció el interés mostrado, pero no ha llegado a aceptar esa propuesta.
Ya en tiempos de Hassan II y más aún con Mohamed VI, la monarquía alauí siempre hizo una apuesta por estrechar lazos con Europa. Adherirse a ese club de monarquías ultraconservadoras le parecía contradictorio. Se ha buscado una fórmula intermedia. El mes próximo el Consejo Superior del CCG pondrá sobre la mesa un plan quinquenal de desarrollo para Marruecos y Jordania que consiste en ayudas económicas aún no cuantificadas.
Para Rabat ese apoyo le ayudará a impulsar su crecimiento (este año será del 4,7% del PIB) y capear la ola de reivindicaciones que sacude al reino. Al CCG, que es ante todo una organización militar, le interesa, en cambio, ahondar la relación con Marruecos. Le puede ser útil para hacer frente a un Irán por el que se considera amenazado o para repetir intervenciones militares como la de Bahréin, en marzo, con la que acallaron las protestas.
La luna de miel con el CCG no es el único éxito cosechado por la política exterior de Rabat en los últimos meses. Por haber llevado a cabo una transformación ordenada y pacífica -algo que niegan los jóvenes que protestan en sus calles-, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, logró incluir a Marruecos entre los países de la primavera árabe a los que el G-8 concedió en septiembre 28.700 millones de euros para afianzar sus reformas.
Desde un punto de vista geoestratégico Rabat ha marcado otro tanto en el Magreb. No solo ha desaparecido Muamar el Gadafi, un personaje incómodo que coqueteó años atrás con el Frente Polisario, sino que la relación con su sustituto, el Consejo Nacional de Transición, es más que cordial. El Gobierno marroquí ha prometido brindarle "todo el apoyo que esté a su alcance".
Su objetivo no es tanto respaldar al CNT como hacer la pinza a Argelia con la colaboración de las nuevas autoridades libias, a las que Argel acogió fríamente cuando conquistaron Trípoli y a las que tardó en reconocer.
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