Egipto se rebela contra el poder militar
Decenas de miles de manifestantes vuelven a ocupar la plaza Tahrir en El Cairo - Los islamistas hacen una demostración de fuerza al acudir en masa a las protestas
A la plaza de Tahrir le sienta bien el rojo, el blanco y el negro de la bandera egipcia, y ayer desde lo alto de los edificios o a pie de calle esos colores se mezclaban recordando la euforia y la indignación de los días de la revolución que acabó con Hosni Mubarak.
Egipto volvió a echarse ayer a la calle para protestar contra las maniobras del Ejército para prolongar su permanencia al frente del país. Los militares han ido dejando caer la máscara de salvadores que los propios egipcios les colocaron durante la revuelta cuando se negaron a disparar a los ciudadanos y pararon la represión y la violencia que la policía había estado empleando para aplastar las protestas. Lo que los ciudadanos entendieron como el apoyo incondicional del Ejército que protegía a su pueblo parece, nueve meses después, haberse convertido en una maniobra para perpetuarse en el poder.
Los Hermanos Musulmanes tienen mucho apoyo para el futuro Parlamento
Los militares no parecen dispuestos a renunciar a sus privilegios
Partidos políticos de todo signo, con una presencia mayoritaria de islamistas seguidores de los Hermanos Musulmanes y de los más radicales salafistas, arropados por decenas de miles de egipcios, alzaron ayer su voz contra ellos, todos en el mismo lado, por primera vez en meses. "Abajo los militares" y "Marchaos, dejadnos vivir, dejadnos respirar", fueron algunas de las consignas que los asistentes gritaban o portaban en pancartas contra la Junta Militar.
Con la primera vuelta de las elecciones parlamentarias prevista para el próximo 28 de noviembre y sin fecha para las presidenciales (la única que se ha oído apunta a finales de 2013), lo que algunos sospechaban empieza a transformarse en certeza. Los militares no parecen tener intención de ceder el poder ni de renunciar a sus privilegios. Desde el comienzo del proceso democrático los egipcios han reclamado que la autoridad pasara cuanto antes a los civiles, sin éxito. Las denuncias de tortura a detenidos en manifestaciones, las detenciones arbitrarias y la mano dura para disolver protestas se han excusado con alegatos por parte de la Junta Militar a favor de la unidad nacional y de la necesidad de no sucumbir a influencias extranjeras, a las que culpan los militares de intentar sembrar la discordia.
Su último intento, con la sociedad ya en contra, ha sido el de imponer unos principios supraconstitucionales que deberán ser aceptados por la comisión que redacte la Carta Magna tras la elección del Parlamento. Todos los partidos se han opuesto a los borradores que el viceprimer ministro de Asuntos Políticos, Ali el Selmi, ha presentado en diversas reuniones, porque incluían condiciones que, según afirmaron esta semana los Hermanos Musulmanes, "consagran una dictadura" y "roban la soberanía al pueblo".
Los Hermanos Musulmanes, que defienden un Estado islámico y la instauración de la sharía, son los mejor posicionados para obtener una gran representación en el futuro Parlamento, por lo que no desean que ningún texto previo impuesto les impida influir en la redacción de la Constitución. Por este motivo los islamistas de esta cofradía religiosa, pero especialmente los fundamentalistas de la rama wahabí, salafistas, se han hecho eco de la llamada y han acudido en masa a la protesta de Tahrir. Sin embargo, no han monopolizado la protesta en contra de lo que muchos esperaban, a pesar de la abundancia de barbudos.
El resto de formaciones, que también apoyó ayer la protesta de Tahrir, se han mostrado dispuestas a negociar y aceptarían un documento con enmiendas que, en todo caso, no considerarían obligatorio ni vinculante para la comisión constitucional, y en el que desaparecieran artículos polémicos. Estos apartados son los que ponen en tela de juicio las buenas intenciones de los militares respecto al proceso democrático y al traspaso de poder. Los artículos se refieren directamente a su situación en el Estado y la Constitución (de los que serían guardianes), y les darían poder absoluto en todos sus asuntos, incluidas las decisiones sobre presupuestos.
El Ejército ya no tiene credibilidad. Los egipcios volvieron a demostrar ayer que no están dispuestos a permitir que secuestren su revolución. No convencen ni los comunicados en su página de la red social Facebook (cada vez más infrecuentes) ni las palabras de grandes personajes, como el ex vicepresidente (fugaz) y jefe de la inteligencia egipcia Omar Suleyman, que ha mantenido un perfil bajo desde la caída en desgracia del rais, pero que esta semana defendía que las Fuerzas Armadas son las defensoras del pueblo egipcio en un "momento crucial". "La gente ha recuperado su dignidad. Se ha creado un diálogo incluso entre los menos instruidos y, hasta los que confiaban ciegamente en el Ejército, ahora tienen dudas. Y eso favorece al proceso democrático", apuntaba Gamal Eid, director de la Red Árabe para la Información de Derechos Humanos.
El proceso electoral
- Los militares egipcios han distribuido las elecciones por motivos de seguridad en tres grandes fases a las que concurren distintas zonas del país: el 28 de noviembre, 14 de diciembre y 10 de enero.
- Número de candidatos inscritos: 15.000.
- Número de partidos que concurren: 55.
- Distritos electorales: 46.
- Escaños en disputa: 498. Hay otros 10 de libre designación.
- Sistema: mixto, en listas de partidos cerradas y abiertas para candidatos independientes (se les reservan un tercio de los escaños).
- Está prohibido el uso de eslóganes religiosos.
- Principales bloques de partidos: alianza democrática (incluye La Libertad y la Justicia, brazo político de los Hermanos Musulmanes). El bloque egipcio (agrupa a los partidos liberales y de izquierda). La tercera vía (centristas y jóvenes de los Hermanos Musulmanes).
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