La pleitesía a Gadafi
Pasado ya un tiempo más que suficiente desde la muerte del dictador, es curioso leer en la prensa temas de contenido amarillo, sobre el personaje. Sus costumbres sexuales, las ayudas químicas que precisaba para mantenerse en forma, etcétera.
Sin embargo, para nada conviene ya hablar de la pleitesía que los países llamados occidentales le rendían en sus últimas visitas de Estado, y de esto hace cuatro días. Por mencionar solo dos, comentaré las de Italia y España.
En el primer caso, aparte de viajar con su propio harén y sus jaimas, se permitió dar una charla sobre su religión ante la presencia, previamente organizada por los italianos, de un montón de mujeres jóvenes, que cobraron por asistir. En el caso español, la parafernalia que se montó a su alrededor fue enorme. Políticos, e incluso el Rey, le dedicaron mucho tiempo, supongo que le rieron todas sus gracias, y se atendieron todos sus caprichos, que no eran pocos.
En ambos casos y en otros muchos viajes por otros países, en realidad, se mimaba a un proveedor de gas y petróleo. Hablamos de negocios, no de dignidad. Posteriormente, cuando la comunidad internacional decidió que ya había bastante, la cosa acabó, como ya conocemos. Pero, ¡cuántos años Occidente se tuvo que humillar delante de este pájaro.
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