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Columna
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Capital humano

Si no fuera porque ya nos hemos acostumbrado a escuchar toda clase de discursos banales, cínicos, incoherentes y demagógicos sobre la crisis, realizados por miembros destacados de ese nunca bien ponderado colectivo, que incluye a políticos y dirigentes de instituciones económicas, nuestra boca aún permanecería abierta por el estupor que nos produjo descubrir toda la basura que había almacenada debajo de la alfombra cuando a partir de 2008 saltaron, una tras otra, todas las alarmas.

El problema es que, con el paso de los meses, nuestra perplejidad ha ido en aumento tras constatar que las autoridades políticas e institucionales del orbe occidental estaban (y aún hoy están) totalmente incapacitadas para diagnosticar la profundidad del abismo al que nos precipitó la tan ansiada desregulación de los mercados financieros. Una desregulación, conviene recordarlo, fabricada por la teoría económica neoliberal y comprada por unos dirigentes políticos que pasarán a la Historia como los más papanatas que la Humanidad haya cobijado nunca. Y no solo eso, sino que también estaban incapacitadas para tomar las medidas pertinentes con la magnitud y diligencia que la situación requería, a fin de evitar que los costes del ajuste se hicieran cada vez más insoportables (que es, exactamente, lo que está pasando).

Pero, lo que ya me parece glorioso es esa insistencia en realizar previsiones todos los días de la semana, cada cual más pesimista que la anterior, ignorándose las razones psicológicas de un masoquismo tan explícito. Pues si de lo que se trata es calmar a la población y atenuar la caída de las expectativas empresariales, eso es justo lo que no hay que hacer. Y sin embargo, es lo que se hace.

Fijémonos en la última comparecencia del Comisario Europeo de Economía, Olli Rehn. Naturalmente, comenzó por rebajar las previsiones de crecimiento de la economía española. ¿Qué otra cosa podríamos esperar? Pero lo más interesante vino después, al afirmar que una de las principales causas de dicha rebaja estaba, atención, en los recortes producidos en el sector público orientados a la reducción del déficit (que la propia Comisión estableció). Para, a continuación, proponer aún más recortes con el fin de evitar su incumplimiento.

Ya pueden imaginarse lo que ocurrirá dentro de dos o tres meses. El comisario comparecerá para rebajar las previsiones de crecimiento de España a causa de los recortes realizados en el gasto público (¡recomendados por él mismo!), anunciando entonces que el objetivo del déficit no podrá cumplirse debido a la caída en los ingresos provocada por la reducción del PIB; lo que, lógicamente, conducirá a nuevos recortes... Puede parecer una broma, pero no lo es. En realidad, cada vez está más claro que el principal problema de esta crisis no está en ella misma, sino en la escasa dotación de capital humano disponible en Gobiernos e instituciones del mundo occidental desde el inicio mismo de la Era Global.

Menos mal que ahora viene Rajoy y lo arreglará todo.

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