En ocasiones veo técnicos
Marcha sobre la Boqueria. Se trata de un acto reivindicado por el PP. Consiste en avanzar al trote por la Boqueria y acercar a la ciudadanía un partido cachas, pero a cuyo usuario local aún le da vergüenza confesar su consumo en público. Parece complicado, pero pasa mucho. Les pasa hasta a Mas y Trias. Bueno. Boqueria. Los grandes ideólogos de PP van a toda leche. Corta el aire Ruiz-Gallardón, el rostro humano del PP. Le siguen los hermanos Fernández Díaz, los rostros humanos del Diagonalès, y Sánchez-Camacho, ese rostro. No es una crack -una cena a que cree que un Gobierno tecnócrata consiste en darles una cartera a los Mecano-, pero -crispa hasta a Gandhi- es un as de la comunicación. Y eso en el partido que mejor comunica y que mejor ha entendido la democracia española, un sistema en el que no se votan programas, sino actitudes, y donde se entiende la mayoría como un permiso para llevar una actitud a sus límites más insospechados. Detrás de estos líderes marchan à la bersaglieri representantes de varias tendencias estéticas PP, entre los que brillan a) una señora vestida de mesa cuestatoria y b) un señor con tanta gomina que podría ir sin casco en una BMW y, aun así, ser legal. El acto finaliza con un encuentro con la prensa. Resumen: Fernández Díaz: bla-bla-bla y unidad nacional. Sánchez-Camacho: bla-bla-bla y que el PP es el partido de la clase media -nota mental: desde la muerte de Moctezuma que ya nadie, snif, defiende a la pobre clase alta-. Ruiz-Gallardón: bla-bla-bla y que los Gobiernos existen y pueden hacer políticas. El alcalde de una ciudad extraordinariamente endeudada, con amplias zonas en las que puedes ver que el mundo está lleno de personas que, si no fuera por la mala suerte, no tendrían ningún tipo de suerte, explica esas políticas soberanas: reforma fiscal y laboral. Las mismas que, por otra parte, se nos exigen desde la Academia para no ser nominados. Fin del acto. Éxito comunicativo de la actitud esa y otro festival del humor de la clase media aquella.
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