Cambio en el puente de mando
La derrota socialista viene gestándose desde hace al menos dos años y no hay campaña electoral que pueda alterar unas capas tectónicas tan sólidamente sedimentadas. Zapatero consolidó su victoria de 2008 en el segundo debate con Rajoy, el 3 de marzo, pero visto retrospectivamente allí empezó a incubarse el naufragio al que se encamina su partido. La crisis que ya empezaba a aflorar (el hundimiento del banco Bear Stearns data de ese mes) no pasaba de ser en su discurso una simple desaceleración, lo que le hizo prometer que esta legislatura sería la del pleno empleo, con la creación de dos millones de puestos de trabajo. Un paro desbocado abriría después una enorme vía de agua que traspasó votos a chorro al PP, fenómeno que se aceleró cuando tuvo que cambiar su obsoleta carta de navegación por la que le fijaron desde Bruselas. Nada tiene de extraño que la fidelidad de los votantes socialistas haya caído por debajo del 50%. El pasaje se ha amotinado contra el capitán y no está dispuesto a que le sustituya su primer oficial. Exige una tripulación nueva.
El pasaje se ha amotinado y exige nueva tripulación. No acepta como relevo al primer oficial del capitán
El post 20-N que dibujan las encuestas otorga a Rajoy una acumulación de poder que no tuvo ninguno de sus predecesores de La Moncloa. La mayoría absoluta en las dos Cámaras viene a consolidar la hegemonía que ya consiguió el 22-M con el copo virtual de las alcaldías de ciudades grandes o pequeñas y un mapa autonómico casi monocolor, al que solo le queda incorporar Andalucía en marzo.
Allí donde la batalla electoral se dirime básicamente en términos bipartidistas el PP arrasa, incluso en territorios de contrastada fidelidad histórica al PSOE. Pero al mismo tiempo el Parlamento adquiere una mayor diversidad, hasta el punto de que no permitiría a las dos fuerzas mayoritarias aprobar por sí solas y sin referéndum una reforma constitucional como la que acordaron este verano sobre el techo de déficit. Los minoritarios sumarán más del 10% de la Cámara.
Las únicas excepciones a la hegemonía popular se registran donde hay partidos nacionalistas en liza: Cataluña y País Vasco. En Canarias fueron desalojados del Gobierno mediante un pacto entre CC y PSOE tras las últimas elecciones autonómicas, pero este castigo no ha hecho sino mejorar las expectativas de voto del PP hasta asignarle 9 de los 15 escaños que están en juego el próximo domingo.
En el País Vasco la entrada en liza de Amaiur, tras el abandono de la violencia terrorista por parte de ETA, introduce un elemento que altera el statu quo. El desgaste general castiga a los socialistas, que obtuvieron hace cuatro años su mejor resultado, y premia a un PP que podría igualarles en número de escaños, pero el PSOE conserva aún siete puntos de ventaja en intención de voto. Es en el espacio nacionalista donde van a producirse movimientos de mayor calado. Al PNV le ha salido un competidor que le disputa el liderazgo de la familia nacionalista.
El sondeo de Metroscopia proyecta un panorama de máxima igualdad en Euskadi, con una diferencia máxima de ocho puntos y un escaño entre las cuatro primeras listas. PSOE y PP sumarían casi el 50% del voto frente a un 46% de PNV y Amaiur. El PP conserva la llave de la continuidad del socialista Patxi López como lehendakari, pero no es previsible que le interese forzar un adelanto electoral que precipitaría la entrada de la izquierda abertzale en el Parlamento de Vitoria.
Cataluña es el único territorio con un reparto de poder claramente diferenciado. Una vez recuperada la Generalitat y estrenada la alcaldía de Barcelona, CiU juega la baza del contrapeso a la unipolaridad del PP en el conjunto de España, pero su propia estabilidad al frente de ambas instituciones depende hoy del apoyo popular. El discurso de Duran i Lleida, que repite con voluntad indesmayable en mítines y debates, es que solo su grupo puede contrarrestar la marea de la mayoría absoluta del PP mientras el PSOE trata de restañar las heridas internas de su derrota. Si Rajoy busca aliados para su programa económico de reformas (o recortes) no encontrará mayores dificultades en los convergentes, pero está por ver cómo digiere su bandera del pacto fiscal. Ahí se configuran fuertes fricciones que alimentan una creciente ola por la autodeterminación o simplemente la independencia.
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