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OPINIÓN | La crisis del euro | La presión de los mercados
Columna
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Bola de partido

José Carlos Díez

A mediados de septiembre Merkel, presionada por sus socios internacionales tras la extrema tensión financiera vivida en agosto, dijo que Europa se jugaba su futuro en las siguientes seis semanas, poniendo como límite el G-20 del pasado viernes. Antes del G-20 no había un plan en firme suficiente para resolver la crisis de la deuda Europea. Después seguimos sin tener un plan europeo y un plan global para evitar una recesión mundial. La propuesta para Grecia de que la quita siga siendo voluntaria se ha desvanecido con la crisis política que parece va a suponer la dimisión de Papandreu. Pero el contagio ha llegado a Italia.

Tras la intervención de Portugal la pasada primavera todas las miradas se centraron en España, pero se equivocaron, Italia nos ha pasado por la derecha. El bono italiano a 10 años cotizaba en enero de 2011 a 90 puntos básicos por debajo del español y el miércoles estaba 150 puntos por encima. Más preocupante es la tensión en los bonos a dos años. Como sucedió en los tres países intervenidos se aplana la curva, los bonos a corto plazo anticipan una elevada probabilidad de impago, colapsa la financiación y el país tiene que pedir un plan de ayuda. Ayer el BCE intervino para rebajar la tensión, pero el mercado de deuda pública en Italia es una ilusión, ya que apenas hay transacciones. La estigmatización pública de la Cumbre europea sobre Berlusconi continuó en el G-20 y la troika ya ha mandado a los marines para preparar el desembarco. Berlusconi ha dicho que se va, pero los problemas de Italia no se resuelven con un nuevo Gobierno.

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El último precedente de un país del G-7 que pide apoyo al FMI es el de Reino Unido en los años setenta, pero la situación ahora es muy diferente. Los niveles de deuda sobre PIB han crecido exponencialmente, están formalizados en bonos no en créditos y en manos de millones de inversores que tienen información en tiempo real por Internet. Italia padece obesidad mórbida, pero es de tal magnitud que no cabe en la mesa del quirófano para ser intervenido. Por tanto, de nuevo el comunicado del G-20 es un saludo al tendido cuando el toro aún no ha muerto y está a punto de dar su última cornada que suele ser letal. La deuda pública italiana suma 1,8 billones de euros y tiene que afrontar vencimientos y pago de cupón por 180.000 millones hasta marzo de 2012, más que toda la deuda pública portuguesa o irlandesa. El problema es que la historia nos enseña que cuando colapsa la deuda pública de un país también lo hace la de su sistema bancario. Italia tiene cuatro billones de pasivos bancarios. Por tanto, en total estamos hablando de un terremoto financiero 15 veces más intenso que el que provocó Lehman Brothers.

Ante este escenario solo hay dos soluciones: una solución definitiva al problema griego, que el BCE anuncie un programa de compra de deuda pública de 300.000 millones de euros hasta marzo de 2012, como hizo la Reserva Federal en 2008, y tener preparado el Fondo de Ayuda o la mayor quita de deuda de la historia que haría saltar por los aires el euro y la economía mundial. Este último escenario es tan apocalíptico que su probabilidad de suceso es muy reducida, pero sus implicaciones son tan negativas que nunca debe eliminarse del análisis. En el escenario central hay dos opciones: actuar antes del evento sistémico o después. La situación europea hace meses que recuerda a la de EE UU en 2008. Los errores de Bush en 2008 recordaron a los Hoover en 1929, pero Merkel en 2011 los va a superar con creces. Tiene miedo de decirles la verdad a sus ciudadanos tras dos años contándoles milongas. Es muy sencillo, o aceptan quita en Grecia y algo de inflación o que se preparen para una depresión y para doblar su deuda pública como Japón. Grecia era bola de set, pero Italia es bola de partido y ya no quedan semanas como en agosto, quedan días.

José Carlos Díez es economista jefe de Intermoney y profesor de Economía de la Universidad de Alcalá.

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